La Misión de Amor

 

La lámpara apagada,

la pluma, ya, sobre el papel, dormida,

la labor aplazada,

sobre el lecho, extendida,

la fatiga quedose entretenida.

 

El día consumido,

dejó a su luz en marcha cautelosa,

ausentose el sonido...

¡Oh, fortuna dichosa,

no ser turbado por ninguna cosa!

 

Plácido en mi reposo,

quieto el cuerpo, la mente descansada,

el trance vaporoso

del Alma, relajada,

dejome, con el ansia sosegada.

 

La noche silenciosa,

velaba, dulce, mi tranquilo sueño,

como madre amorosa,

en abnegado empeño,

tutelando el soñar de su pequeño.

 

Sin yo saber ni cómo,

repentinamente, halleme despierto.

¿Dudar? Ni por asomo:

de eso estaba bien cierto,

al tomar la prueba en mi desconcierto.

 

¿Cómo fuere posible

que en mi oído, con fuerza, sonara

esa voz invisible,

tan amorosa y clara,

que, a todo mi ser,  en su son,  prendara?

 

¡Eres Rama! – decía,

mientras su latir, en ritmo alocado,

mi corazón sentía.

Pronto quedé calmado,

dejando el recelo, en gozo, trocado.

 

¡Eres Rama y has de Amar!

- una y otra vez, la voz me repetía.

Y un ardiente manar

dentro de mi fluía,

inundándome el Alma de alegría.

 

¡Oh, voz del otro mundo!,

clamé, por fin, turbado el pensamiento

por ese ardor profundo:

¿Quién eres, que así siento

penetrar en mí tu divino aliento?

 

El que viene a buscarte

del lugar de tus sueños de ilusión.

Con motivo de darte

trascendente misión,

que superar sabrá tu decisión.

 

Darás ayuda y amor,

cuando el Mal, del Bien, parezca triunfante.

Sentirás el dolor,

intenso, lacerante,

pero, irás junto a Mí, más adelante.

 

El sonido cesó

y absorto quedé en vigilia dichosa,

tras brisa que besó

en mi frente ardorosa,

dejando, al marchar, la estancia olorosa.

 

El tiempo se detuvo,

ausentose de mi Alma fascinada,

ya sólo me retuvo

la evocación amada

de aquella Voz, con tanto Amor dejada.

 

Pasó rauda la noche,

mientras yo mi embeleso componía.

¡Oh, primoroso broche,

que, dentro, me prendía

la ilusión de servir Al que quería!

 

Aquél que me llevaba

por la senda marcada en el destino,

¡cuán dulce acariciaba

su cántico divino,

la Luz que iluminaba mi camino!

 

Misión consoladora,

que, hecha a medida de mi fe, aguardaba,

y, a mi Alma soñadora,

amores regalaba,

a cambio de sufrir por El que amaba.

 

¡Oh, reclamo de amor,

qué tiernamente el corazón conforta!

Que venga más dolor

¡cuán poco ya me importa,

cruzando el umbral de la puerta angosta!

 

¡Ay, gozosa ventura,

del momento prometido y esperado:

Esa magia futura,

fundiendo, sublimado,

el postrer encuentro entre Amante y amado!

 

                                      ......ooooooOoooooo......                  

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Respuestas a esta discusión

Muy buena obra mi querido poeta, un gusto leerte, abrazo.

Gracias, María.

Puede ser que contagies a otros tu gran sensibilidad poética.

La obra mística, compuesta de liras, sólo la perciben aquellos que tienen grande el corazón.

Permíteme obsequiarte esta rosa, fiel reflejo de tu calidad interior.

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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