LA GRAN BELLEZA

(Paolo Sorrentino, 2014)

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El director nos presenta una obra de una estructura con matices poco comunes, un modelo de personaje principal casi desconocido y una intención que se podría juzgar como ambiciosa.

La trama narrativa no es compleja. En esta homogeneidad yace su extrañeza: la igualdad de la masa humana en actitud repetida por la sociedad corrompida. La falta de linealidad es una herramienta casi desconocida por el público de hoy. La cámara de Sorrentino funciona como un medio de proyección de la experiencia y conciencia de un escritor relajado y vicioso, cuyo escenario es una hermosa Roma contemporánea. El director hace desaparecer su cámara mientras nos sumerge en la mente de este hombre.

La posmodernidad se puede definir como una categoría del ser presente en la humanidad contemporánea. También es un principio de análisis en tanto nos permite estudiar el consciente colectivo y social. Al ser una esfera moral y cultural, la mentalidad posmoderna se hace presente en diversos filmes, varias problemáticas propias de la época posmodernista.

Esto es relevante porque el filme en cuestión es un excelente sumario de los fantasmas, rupturas, desconciertos e ironías de la cultura y sociedad actual, y representa su más nueva corrupción: el desinterés.

Jep Gambardella (Toni Servillo), un periodista y escritor de una única novela de culto, reflexiona a sus 65 años recién cumplidos, permanente cigarrillo en la boca y copa en la mano, sobre su frívola y banal existencia en la que ha llegado a ser el rey de los mundanos y decide que ha llegado a un punto en el que ya no va a hacer más que aquello que quiera hacer. Destello de lucidez en medio del infierno, conciencia de la trágica inconsistencia de la vida, donde los pocos sentimientos auténticos que surgen nos deslumbran como fogonazos en la noche, en medio de un desfile de patéticos personajes tan repulsivos y humanos como cualquiera de nosotros.

El personaje principal es el paradigma ficticio del hombre posmoderno. Se ríe irónicamente de sus fracasos y de su vida vacía y superficial, pero no la ignora. Lejos de encontrarnos en un estado de inocencia, conocemos (así como el personaje Jep) nuestros defectos y nuestra decadencia, y ya no intentamos eliminarla como trataron de hacer otros – quienes construyeron utopías imaginarias que resultaron en catástrofes. Nosotros abrazamos nuestra ineptitud, nos apropiamos del vacío de nuestra alma.

Jep se ríe irónicamente de una Roma que se destruye noche tras noche; lo hace de sus compañeros que viven lo efímero y buscan el placer; se mofa de su propia insustancialidad: no se desespera, no busca una solución pues sabe que no la hay. Ante la última de las decepciones solo queda reír, observar este vacío y no llorarlo, sumergirnos en él y desentendernos de todo sufrimiento.

Es en la ambigüedad del valor que concedemos a lo sencillo o lo complejo según sea el casos donde se dilucida la sabiduría que nos transmite La gran belleza.

Sorrentino parece diferenciar claramente la banalidad, cuando es solo banalidad, de lo cotidiano verdadero. En cierto modo, es como si su ampuloso aparato retórico, finalmente, nos viniese a transmitir que la belleza cinematográfica es lo contrario a ese ampuloso aparato retórico. La película sirve para expresar el valor de la simplicidad.

LA GRAN BELLEZA (Desarrollo)

El personaje de Toni Servillo es un tipo ligero y sin ataduras. Es amado por sus compañeros, deseado por las mujeres, respetado por la misma Roma. Su actitud carga siempre con una buena onda inherente e injustificada: una máscara en respuesta a la superficialidad. El genio de Sorrentino recae en la fabricación de un retrato hermoso de esta moral de vida. El vacío posmoderno es pincelado en esta hermosa obra de arte. Sin embargo, el alcance de este filme no muere ahí.

Como su título indica, Jep busca la Grande Bellezza. Reivindica su alma en ese último acto de purificación. Después de todo, como él dice, es un hombre sentimental, y su objetivo en la vida es encontrar y apreciar la belleza del mundo. Pero Jep solo se topa con una belleza insuficiente. El hueco de su interior nunca queda complacido, y esta búsqueda no termina hasta que él encuentre aquello que posea la máxima belleza y que lo restituya de su vacío.

Excelentísimo retrato de un hombre roto, pluralizado y ambiguo: Jep somos todos en esta sociedad donde el ideal ha muerto y lo único que queda es sonreír irónicamente ante su muerte.

ASPECTOS ESPECIALES DE LA PELÍCULA
En La gran bellezza, la evocación de su primer amor impulsa al personaje Jep Gambardella a cuestionarse a sí mismo sobre sus prioridades, sobre la base de su realidad y sobre lo que considera fundamental para su vida ¿Será que el escritor se ha olvidado del amor? ¿Por qué no ha vuelto a publicar un libro?
Mientras mueve las piezas de su interior, el protagonista choca con sus iguales y los increpa con un cinismo brillante. Les da a entender así, que su vida labrada con excesos y pretensiones, no les hace mejor que nadie.
Al contrario, esto le permite ir descubriendo que la triste realidad de esos políticos, intelectuales y empresarios que comparten con él a diario, no es nada envidiable. A pesar de tener riqueza, mucha riqueza, por dentro las miserias y los demonios los golpean como a nadie más. Y en él no ocurre nada distinto.

La obra La gran belleza, tiene a la fotografía como juego, y un papel supremo que no podía ser distinto considerando la ambientación de la majestuosa capital italiana. Adentrarse en Roma a través de este largometraje, es un placer incómodo. Los lugares comunes de esta ciudad se vislumbran desde otra perspectiva: una Plaza Navona vacía, sin turistas; un Coliseo que no sorprende, que se esconde.

Sorrentino es capaz de mostrar el silencio de una capital usualmente ruidosa; la quietud de una mil veces visitada metrópoli… lo único que rompe con esta sosegada bellezza es, precisamente, las escandalosas fiestas que se viven en casa de Gambardella. En ellas, el alcohol, la comida, el sexo y la música se descontrolan, las exuberancias alejan a los personajes de la majestuosidad que se encuentra a escasos metros de su celebración.

Este contraste finalmente toma vuelo cuando Jep Gambardella asume que es incapaz de llevar una vida distinta, que no se atreve a conocerse realmente a sí mismo, ni siquiera a explorar aquello que ronda su mente desde lo intelectual. Entonces, el escritor elige seguir naufragando en ese recuerdo y en esa ilusión, un mar que ya no está, una carrera literaria que pudo ser y no será.
“Y TODO ES UN TRUCO” (PALABRAS FINALES DEL PERSONAJE)

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Vistas: 100

Respuestas a esta discusión

Esta es una crítica superior, que vale leer antes y después de ver el filme

Ernesto

Es imposible no traer a la memoria al maestro Federico Fellini y su Dolce Vita o su Roma, alusiones expresas a las cuales se vislumbran a lo largo de un metraje en el que es complicado no quedar hechizado por sus imágenes fascinantes, como las vistas desde la terraza del protagonista frente al Coliseo, el recorrido nocturno a la luz de las velas por los palacios romanos, los paseos al amanecer por las callejuelas casi desiertas, la mágica aparición de Fanny Ardant en la solitaria madrugada o ese largo plano final sobre las aguas del Tíber.

¡Inquietante película, Alejo, que no he visto pero que me gustaría ver por tu interesante reseña!

MARAVILLOSO, WOWWWWWWWWWW

ME ENCANTÓ!! APLAUSOSSSS

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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