Te pongo como nombre el de María,
Porque así se llaman las mujeres buenas.
Me gusta tu actitud, porque al yo ver tu gesto,
adivino que ella, tu actitud,
contraría
la de Enrique González Martínez,
el poeta aquel malhumorado y bueno,
quien pedía
que al cisne blanco, el cuello le torcieran,
quien en mala hora a su plumaje
tildaba de engañoso,
porque a él no le gustaba el Modernismo
que venía...
Me gustan tus labios sin parecer ardientes
y tus piernas que toman
el agua de la vida,
como la vida mía.
¡Ah! Y a tus rosas blancas
yo las prefiero rojas
como aquellas del amor con que soñaba
un día.
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Hola Gloria. Gracias por tu lectura y tu comentario. Un abrazo más que cordial.
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