’El Silencio’ cierra una trilogía del cineasta sueco Ingmar Bergman, iniciada con ‘Como en un espejo’, de 1961, y ‘Los comulgantes’, de 1962. Esa trilogía que concluye con ‘El silencio’ en 1963, trata el tema de lo que el cineasta llamó: ‘El silencio de Dios’.
Narrada en un estilo impresionista, sin embargo puede decirse que su forma cinematográfica revela dos caminos contrastantes en el desarrollo de Bergman. Por una parte está la búsqueda de una desnudez ascética, por otra la tendencia a un estilo barroco.
Bergman muestra en ‘El silencio’ cómo es el mundo cuando el silencio de Dios, sentido tan intensamente en su obra de los años cincuenta y sesenta, no se compensa con el amor, cuando entre los hombres no se establece ninguna conexión de valores humanos.
Si indagamos en el tema o argumento del filme, no hallaremos ninguna sorpresa que no hayamos visto en el cine europeo de los años sesenta: Dos hermanas, Esther y Anna, acompañadas por el hijo de esta última, Johan, un niño de ocho o diez años, viajan en tren y cruzan un extraño país cuyo idioma ellos no comprenden. Las escenas parecen surgidas del cine mudo, al representar situaciones que aparecen fugazmente, tales como las de los tanques que el niño ve por las ventanas del tren, en una marcha que nos dice que es tiempo de guerra.
Los tres van su casa pero deben detenerse en esa ciudad: Timoka, a causa de la enfermedad de Esther. Las hermanas no tienen comunicación y su relación es de de odio exacerbado y patológica dependencia, de lo cual es testigo el niño. En un solitario hotel esperan el momento adecuado para continuar el viaje.
Esther intenta trabajar en traducciones y Anna sale en busca de sensaciones que la saquen de su tedio y angustia.
Las diferencias entre las hermanas se agudizan por los encuentros sexuales de Anna con un camarero de bar, con quien no puede entablar ninguna relación de afecto debido a su desconocimiento del idioma del acompañante y al estado neurótico de la mujer.
Tan radical como los cuestionamientos de la película son los medios estilísticos utilizados por Bergman. Una soledad que ambas mujeres no logran superar es presentada con fuertes metáforas, como la anotada de una sexualidad sin meta ni ternura. El silencio hunde a Esther y a Anna en un infierno de desesperación. Sólo el niño Johan representa un rayo de esperanza y promete, tal vez, una redención.
El film no está construido sobre el diálogo, que apenas aparece en breves conversaciones de las hermanas y con el niño. Prevalece lo visual y por eso pudiera afirmarse que el cineasta Bergman ha tomado en cuenta el cine mudo.
Tampoco se tocan los problemas actuales de la sociedad sino de un modo simbólico e indirecto, pero la sensación de amenaza y destrucción, de irritación y de colapso de las emociones está presente en toda la narración.
El tema de ‘El silencio’ es la alienación, la soledad y la desesperación que los protagonistas buscan resolver inútilmente.
En un solo momento de la película parece crearse una relación humana de valor: La música de Juan Sebastián Bach, cuyo nombre el conserje del hotel pronuncia con veneración al escucharla en un aparato de radio.
Las actuaciones de Ingrid Thulin y Gunnel Lindblom son de alta calidad.
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Alejo, siempre tocas las películas de Bergman que disfruté en mi juventud. Muy buena narrativa y un privilegio de lo visual, como bien lo decís en el texto. Creo que la vista es una premonición de lo que ocurriría en el siglo XXI. Los realizadores cinematográficos tienen ese don: el de la pre visión de las cosas. Gracias. Un placer leerte.
Muy buena película captada por sus excelsas letras, cariños.
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