La leyenda perdida

[Samuel Eleazar Quispe Alvarado]

PAQARIYACU

En los inicios del tiempo, cuando el paso de las estaciones no causaba preocupación entre los hombres, porque éstos aún no existían, el Gran Pachakámac, con un larguísimo suspiro que duró más de mil años, había generado, entre otras cosas, a la bella Jallpa, la que día y noche sufría de soledad y aburrimiento. Tratando de remediar esta inconveniente situación, Pachakámac le ordenó realizar por los cielos un viaje de muchos años.

 

Cumpliendo la orden de su creador, Jallpa inició un peregrinaje por los cielos y fue así como llegó cerca del joven dios Inti, el cual, prendado de su pureza y rebosante hermosura, quiso atraerla hacia sus brazos para convertirla en su esposa. Ella, temerosa de quedar atrapada para siempre en el resplandor de su pretendiente, intentó escapar, pero Inti había puesto a su alrededor un cerco de estrellas que le impedían el paso.

 

Desde ese día, Inti, sintiéndose perdidamente enamorado de Jallpa, la acosaba con sus rayos, a través de los cuales le enviaba todo el calor de su corazón ilusionado, junto a bellas melodías entonadas por los vientos. Jallpa empezaba a ceder, pero la detenía una insoportable sed que muchas veces le hacía perder los sentidos y que le hacía sentirse avergonzada ante el vigor y la tenacidad de su pretendiente.

 

Un día, decidió confiar todos sus temores al generoso Pachakámac. Éste, con la más amplia manifestación de cariño, la escuchó con atención y, apenas la hermosa Jallpa terminó de hablar, sentenció: “Donde el tiempo traiga el amor, traiga el amor la vida”. Y dando un fuerte suspiro hizo brotar de su ojo izquierdo una lágrima dulce y de su ojo derecho una lágrima salada, las cuales fueron a parar al seno de Jallpa. La lágrima salada formó los mares y la lágrima dulce formó los lagos y ríos. Jallpa calmó su sed y su vientre recibió con alegría los rayos del sol y fue preñada de vida.

 

Desde entonces, toda criatura pensante que crece en brazos de Mama Pacha trata con sumo respeto hasta a la más insignificante gota de agua, porque sabe de su origen divino, y le brinda protección y cariño, como lo hace el buen hijo con el padre que le dio la vida.

[Samuel Eleazar Quispe Alvarado]

Admirables poetas, gracias por apreciar las leyendas del antiguo Perú.

[J.Jesús Ibarra Rodríguez]

Samuel Eleazar Quispe, gracias por compartir esta antigua leyenda.

Felicitaciones. Un saludo fraternal.

[Carmen Amaralis Vega Olivencia]

Samuel, muchas gracias por este hermoso relato, bendiciones, Amaralis