Cansada estaba Paz de lidiar con sus estudiantes. Se había convencido de que convivir es complicado, llegar a acuerdos; un reto, y el trabajo en equipo; eso sí que resultaba un desafío para ellos, pues era Institutriz de: Alegría, Ira, Miedo, Tristeza y Amor; el grupo más rebelde de todo el colegio; el menos indicado para actividades grupales o en equipo, ya que constantemente solían discutir, contradecirse y repelerse los unos a los otros; al estar en desacuerdo con alguna idea. Esto era un martirio para Paz, debido a que no podía atender a todos sus deseos y la colocaba en una situación bastante abrumadora.
En el colegio; Paz se distinguía por la dulzura de su carácter, la tolerancia y paciencia que tenía en toda circunstancia. Se desempeñaba enseñando el arte de vivir en armonía y la importancia de la inteligencia emocional frente a los problemas de la vida, teoría en la que Alegría, Ira, Miedo, Tristeza y Amor sobresalían en relación a sus compañeros; pero al momento de poner en práctica sus conocimientos terminaban ahogándose en una gota de agua, así lo afirmaba Paz cuando los amonestaba por sus comportamientos.
No podía negarse que tenían una capacidad impresionante para analizar, memorizar y resolver cualquier actividad que se les asignaba. Paz se maravillaba al leer sus cuadernos, no encontraba error alguno en las tareas, mucho menos en las pruebas. Sin embargo, a diario se preguntaba: ¿qué podría hacer para cambiar las actitudes de sus estudiantes?
Luego de pensarlo por varios días decidió evaluarlos de una forma distinta. En esta ocasión, aprovecharían un terreno baldío ubicado dentro del colegio; para elaborar un huerto escolar. La duda invadía a Paz, no tenía la certeza de que su plan diera el resultado esperado; y tampoco sabía si sería del agrado de sus alumnos. Sin embargo, los reunió para contarles su plan.
—He estado valorando el desempeño que han tenido en mi clase durante todo este tiempo. Observo el esfuerzo que realizan por aprender y mejorar cada día; y teniendo en cuenta esto, pensé en hacer una práctica al aire libre, donde ustedes puedan demostrar sus habilidades y destrezas adquiridas, ¿Qué les parece la idea? –Preguntó Paz a sus estudiantes.
— ¡Se escucha genial! ¡Me encanta! –Contestó Alegría saltando de la felicidad.
— ¡Me fascina todo lo que tenga que ver con la naturaleza! –Respondió Amor.
— Siempre y cuando no me molesten yo acepto la propuesta –replicó Ira con indiferencia.
En ese instante, Miedo interpeló con preocupación:
— Disculpen, pero… ¿Qué es exactamente lo que haremos?
Al escuchar la pregunta; Alegría, Ira y Amor miraron con curiosidad a Paz, esperando una respuesta; mientras que Tristeza se consolaba así misma por el hecho de tener que dejar el salón. Pues prefería permanecer tranquila en lugares solitarios y silenciosos.
Emocionada Paz manifestó:
—Elaboraremos un huerto escolar para aprender a trabajar en equipo y limar asperezas entre nosotros.
— Pero… ¿Y si nos persiguen los insectos cómo nos defenderemos?... ¿Y el polvo? ¡Ay no, eso me da alergia! ¡Hay muchos peligros afuera, yo, mejor me quedo! Aquí estaré seguro. –Expresó Miedo aún preocupado.
— No te asustes cariño, será divertido, además, ¿No estás cansado de estar encerrado en estas cuatro paredes? Yo creo que el sol, el viento y ver otro ambiente te vendrían bien, así que ¡ánimo! Estaré contigo, ¡No temas! –Agregó Paz calmando a Miedo, quien estaba entrando en un ataque de pánico.
Después de haber aclarado las dudas; se levantaron de sus asientos y se dirigieron al lugar que Paz había escogido, allí; ella dividió la tierra en parcelas, con las mismas dimensiones cada una para sus cinco alumnos, de manera que ninguno se quejase del espacio que utilizaría.
En seguida, comenzó a explicar el uso adecuado de los picos, palas y barretones, así como también de otras herramientas, mencionó que lo primero consistía en labrar la tierra, es decir, preparar el terreno para la siembra, abonarían el suelo, seleccionarían las semillas a plantar, las esparcirían y por último se encargarían del riego y cuidado de las plantas. Así mismo, Paz afirmó que lo que ellos sembrarían sería: Tomates, pimentón, maíz, auyama y lechuga, cultivos de ciclo corto.
Posterior a estas palabras iniciaron la obra. Cada uno tomó las mejores herramientas que consiguió, porque pensaban que si elegían lo mejor; perfecto sería el resultado, sin embargo, se olvidaban de que realmente era la paciencia, perseverancia y constancia que los llevaría al éxito.
Alegría comenzó velozmente y con optimismo, en poco tiempo quitó la maleza. Tristeza agarró el pico y al levantarlo se balanceó tanto debido al peso, que lo soltó en el aire; y al caer en un balde lleno de agua salpicó a Amor, Alegría e Irá quienes la estaban acompañando. Al ver lo que había ocasionado; no pudo contenerse y empezando a llorar gritó:
— ¡No sirvo para nada!
Paz se apresuró y dijo:
— No hables así, fue…
—Fue divertido ¡Ja, ja, ja, ja! Agregaron al unísono el resto de los alumnos sin parar de reír.
Tristeza se limpió las lágrimas, se sentó y desilusionada decidió no continuar. Paz se acercó y aconsejándola le aseguró:
— No te preocupes, todos nos equivocamos en algún momento; debido a que es parte de nosotros. Pero en tu caso, por un solo error no debes abandonar la partida, ahí es cuando tienes que permanecer en ella; analizando lo ocurrido, observando en que estás fallando y cambiado tu actitud. Recuerda: “La mejor batalla es la que vence uno consigo mismo”, ¡anímate! ¡Vuelve a intentarlo que eres capaz de eso y mucho más!
Tristeza al escucharla se maravilló por tan motivadoras y lindas palabras. Nadie había sido tan comprensivo con ella, ni si quiera sus padres, por lo que, agradecida abrazó a Paz; prometiéndole que mejoraría su comportamiento.
Por otro lado, Miedo atravesaba los peligros que había dicho. Saltaba de un lado a otro huyendo de las hormigas, se sentía desamparado, miraba a los lados buscando auxilio, decía en voz baja que lo habían dejado solo en medio de la selva.
Por su parte, Amor recorría el huerto repartiendo abrazos, hasta que Paz le pidió que se integrara a la actividad. Inmediatamente lo hizo, se concentró y amó tanto su trabajo que sintió pasión por ello.
En cuanto a Ira, no presentó queja alguna, estuvo serio, con cara de pocos amigos, sin distraerse labraba la tierra hasta que terminó.
La faena había concluido, Paz quedó satisfecha con el resultado obtenido, pensó que su plan estaba funcionando a la perfección.
Poco tiempo después; esparcieron las semillas y al día siguiente de haberlo hecho, Ira salió corriendo hacia el huerto; creía que ya habían crecido, pero, al ver que permanecían igual que el día anterior; con rabia protestó:
— ¡Esto no crece! Ayer se sembró, hoy debía dar fruto. Estoy seguro de que las semillas no funcionan, ¡Hay que reemplazarlas por unas nuevas!
Riéndose Amor, con dulzura le dijo:
— ¡Ten paciencia, pronto crecerán!
A lo que Ira enfurecido replicó:
— ¡Si no es hoy, será mañana, lo aseguro!
Día tras día iban todos a regar el terreno, Ira siempre se daba prisa, quería ser el primero en observar el desarrollo de las semillas, sin embargo, aún no podía ver nada. Paz le decía que era cuestión de tiempo. Lo que él no entendía. Así que impotente, golpeaba la tierra con su pala.
Meses después, los frutos comenzaron a nacer, Ira por primera vez estuvo feliz y reconoció que Paz tenía la razón, se percató que el trabajo de todos no había sido en vano.
Mientras tanto, Amor se encargó de regar mucho un lado de la tierra, dedujo que entre más agua diera vivirían mejor, pero no se imaginó que muchos de los cultivos terminarían ahogados. Preocupada y haciendo pucheros preguntó a Paz:
— ¿Por qué se murieron las plantitas?
— Porque tuvieron un exceso de agua, lo que originó una asfixia en las raíces. –respondió Paz con ternura.
—Pero… yo solo quería que no les faltara nada y pensé que estarían bien con abundante agua –Agregó Amor.
— A veces dar de más, aunque sea bueno; no es lo correcto. Pero, tranquila, luego sembraremos otras. –Añadió Paz tocando el hombro de Amor.
Transcurrido el tiempo, la cosecha estaba lista, todos, incluyendo a Paz se encontraban emocionados. Él cascarrabias de Ira ya veía el fruto de su esfuerzo y se simulaba en su rostro una inusual felicidad, Alegría que en muchas oportunidades evadía trabajar con Ira por ser tan opuestos, aceptó la constancia de él; al no faltar ningún día al huerto y ahora se sentía a gusto de compartir su tiempo con alguien tan diferente; que también podía enseñarle muchas cosas. Tristeza además, aprendió a ver el lado positivo de la vida, ya no le daba tanta melancolía y disfrutaba la compañía de sus nuevos amigos. Miedo se despojó de sus temores y comenzó a trabajar con precaución, ya nada era como antes.
Amor que con ímpetu entró al proyecto, reconoció que sus compañeros, pese a sus diferencias tenían virtudes para enseñar y que ella misma asimiló para ponerlo en práctica.
Paz, por su parte quedó satisfecha con los frutos de la siembra y mucho más sorprendida por la armonía que se respiraba entre todos los participantes. Había logrado con mucho tesón lo que no consiguió en todo el año escolar.
Sapiencia y Altruismo, las autoridades escolares, se encontraban complacidas con el cambio que la señorita Paz y su grupo de estudiantes habían alcanzado.
Galex
Comentario
Génesis
Un muy buen relato, todo fruto se vera a su buen tiempo
Excelente
mary
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