En la primera mitad del siglo XX hay una figura que resaltar en la tertulia barranquillera: el librero catalán Ramón Vinyes y Cluet, nacido en Berga, en 1882. Llegó en 1913 a Colombia huyendo de un gobierno que lo perseguía por luchar por la independencia de Cataluña. Establecido en Barraquilla, fundó con otro catalán, Xavier Auqué I. Masdeu, la Librería R. Viñas & Co., donde conformó una tertulia que se alimentó con las lecturas de las obras del librero. También fundó la revista Voces, que circuló entre 1917 y 1920. La librería se incendió en 1923, pero años después Vinyes fundó la Librería Mundo, con Jorge Rondón Hederich, en donde desarrolló tras su regreso a Barranquilla, en 1940, una tertulia acreditada con intelectuales de Barranquilla, de la costa y el país, en torno a la literatura, el periodismo, el cine y la pintura.  También fue partícipe de otra tertulia, la del Café Colombia, en el centro de la ciudad y vecina al Mundo, que comenzaba tras cerrarse la librería y reunía contertulios comunes, como Alfonso, hijo de José Félix Fuenmayor, Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio y Germán Vargas. Ramón Vinyes fue muy apreciado por García Márquez, quien lo llamó “el sabio catalán”. Una exageración, según Armando Benedetti Jimeno, para quien “Vinyes no fue un sabio. Sus cuentos y obras teatrales están lejos de merecer elogios discretos, y hasta su propia crítica literaria se muestra decepcionante”.

Son los anteriores importantes antecedentes de La Cueva y sus protagonistas, referencia que no faltará cuando de la tertulia literaria se hable en Barranquilla. Así lo demanda el reconocido prestigio de sus integrantes. No obstante, siempre albergaré la duda de cuánto fue cultura y cuánto fue relajo. Quién lo vivió es quien lo sabe diré parafraseando al Carnaval de Barranquilla. Y hoy tal vez el único que lo sabe es el único sobreviviente del Grupo, Plinio Apuleyo Mendoza, quien en alguna entrevista dijo: Ahí hablábamos de todo, de literatura, pero también de humor y de mujeres, por supuesto [...] A veces solo se emborrachaban y hablaban de escopetas, tiros y esas vainas”.

En la distancia puede percibirse La Cueva como templo de cultura, pero pudo ser más sitio de trago y diversión de intelectuales y artistas. Pero más que esto me importan las personalidades y sus obras, a todas luces sobresalientes, como lo atestigua una notoriedad que obtuvo el Nobel y trascendió las fronteras de su patria. Valga la pena la simpática expresión de Jacques Gilard: El grupo no existió, pero fue importante". Y es que hasta sus integrantes han negado su existencia. Qué tan grupo y qué tan tertulia fue está por resolverse, y mientras se resuelve su fama se sigue acrecentando. Lo cierto es que con sus integrantes todo fue mamagallismo, palabra que por primera vez utilizo en un escrito, pero que tal vez sea la ideal para describirlos.

José Cervantes Angulo en su escrito Los secretos de La Cueva cita a Félix Fuenmayor cuando dice: “Ese no fue un tertuliadero literario ni nada de esa vaina que se han inventado los cachacos con su prosopopeya pseudointelectual. La Cueva era una tienda donde se vendían yuca, arroz y manteca, y después cerveza Águila, cuando Álvaro la surtió. [...] Entonces surgió aquello de la tertulia, pero no se trataba de tertulias literarias y artísticas, sino roneras. Allí lo que se consumía era ron en cantidades alarmantes. [...] Nada de Faulkner, ni Joyce, ni Hemingway. Nada de Bach, Mozart o Beethoven. Allí lo que sonaba era la rumba, el son cubano, el cha cha cha (sic), el ritmo tropical, Celia Cruz, el inquieto anacobero Daniel Santos”. José Miguel Racedo complementa: “La finalidad de nuestras reuniones era la de mamarle gallo a todo el mundo. Era una tertulia de ron sin literatura”. En cambio, según Quique Scopell, en la finca de José Félix Fuenmayor, en Galapa, sí hablaban de literatura José Félix y Alfonso Fuenmayor, García Márquez y Cepeda Samudio.

Tertulia o no -todo puede ser tertulia-, el Grupo de Barranquilla existió en los años 40 y 50 del siglo pasado. Comenzó hacia 1940 con las reuniones de la Librería Mundo y el Café Colombia, que hacia 1954 pasaron a una tienda de la esquina de la calle 59 con carrera 43, llamada La Cueva, de propiedad del odontólogo Eduardo Vilá, donde, al parecer, la literatura y el arte se mezclaron con el jolgorio y la ebriedad.

Próspero Morales Pradilla dio en 1954 la primicia de ese grupo creativo de jóvenes de Barranquilla, cuyo nombre de Grupo de Barranquillo se consolidó tras una nota de Germán Vargas en la revista Semana. Años antes, el grupo había fundado el semanario Crónica, dedicado a la literatura y al deporte, como medio de difusión de la producción de sus integrantes. Estuvo bajo la dirección de Alfonso Fuenmayor y contó con García Márquez como jefe de redacción, pero tuvo corta vida, solo circulo entre 1950 y 1951.

La Cueva vio pasar contertulios como Plinio Apuleyo Mendoza, Consuelo Araújo, Fernando Botero, Álvaro Cepeda Samudio,  Jorge Child Vélez, Meira Delmar, Rafael Escalona, Juan B. Fernández Renowitzky, Alfonso Fuenmayor, Gabriel García Márquez, Enrique Grau, Héctor Rojas Herazo, Ángel Loochkartt, Nereo López, Néstor Madrid Malo, Próspero Morales Pradilla, Alejandro Obregón, Roberto Prieto, Juan Antonio Roda, Orlando “Figurita” Rivera, Julio Mario Santodomingo, Enrique Scopell, Germán Vargas y Eduardo Vilá.

Por haber ganado el Nobel, Gabriel García Márquez es hoy la figura más descollante de La Cueva, pero no está muy claro que tan asiduo fue de la tertulia. Vivió en La Arenosa entre 1950 y 1955, y así como se afirma que fue uno de los miembros más habituales, Jacques Gilard y otras voces son enfáticas en que García Máquez nunca la frecuentó. Quique Scopell, integrante del grupo afirma tajante que “Gabito nunca fue a La Cueva”, ¿Quien entiende? Si también había afirmado que “allí nos reuníamos Alfonso Fuenmayor... Gabriel García Márquez, Bob Prieto y yo”. Scopell también atestigua que Escalona “venía muy esporádicamente porque vivía en Valledupar”, al igual que Germán Vargas, porque vivía en Bogotá.

El Grupo de Barranquilla no estuvo exento de controversias y desacuerdos con escritores y otras agrupaciones literarias, y es así como Jacques Gilard, colombianista francés, recuerda sus confrontaciones con “las vacas sagradas del panorama nacional, López de Mesa y Calibán, entre otros” y sus críticas a Eduardo Carranza y los escritores caldenses.

La Cueva cerró sus puertas en 1959. Años después, La Cueva fue restaurada, y en la actualidad es centro cultural, galería de arte y restaurante-bar. Con Heriberto Fiorillo La Cueva sigue siendo sitio de todo tipo de tertulias.

Luis María Murillo Sarmiento MD.

BIBLIOGRAFÍA

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Comentario

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PLUMA ÁUREA
Comentario de Maria Beatriz Vicentelo Cayo el septiembre 9, 2021 a las 1:26pm

Tengo muy buena opinión de la gente colombiana que escribe.  Tengo dos amigos sobresalientes en estas lides.  Debe ser muy interesante la Introducción a la Historia de la Tertulia en Colombia que estás escribiendo aparte de la otra entidad que refieres  y felicitaciones por el cargo de vicepresidente en el Centro Poético Colombiano;  estas actividades fortalecen y enriquecen nuestra alma cultural.

En buena hora!

Gracias por tu respuesta mi buen amigo y que sigan los éxitos!


PLUMA MARFIL
Comentario de Luis María Murillo Sarmiento el septiembre 9, 2021 a las 12:46pm

Agradezco mucho los comentarios, se ve que al igual que yo disfrutas de todas las anécdotas que dan vida a la historia. Sin mayor pretensión estoy escribiendo una introducción a la historia de la tertulia en Colombia y a la de una entidad con más de 60 años de existencia de la que soy vicepresidente: el Centro Poético Colombiano.


PLUMA ÁUREA
Comentario de Maria Beatriz Vicentelo Cayo el septiembre 6, 2021 a las 1:30pm

 Ramón Vinyes fue muy apreciado por García Márquez, quien lo llamó “el sabio catalán”. Una exageración, según Armando Benedetti Jimeno, para quien “Vinyes no fue un sabio. Sus cuentos y obras teatrales están lejos de merecer elogios discretos, y hasta su propia crítica literaria se muestra decepcionante”.

Era de esperarse que este hombre fuera sabio, si toda su vida vivió entre letras, fundando Librerias, Asociaciones y teniendo tertulias culturales con los amigos... Si, que debía ser sabio...  No faltan tipos como Armando Benedetti, que trata de oscurecer el brillo natural que debía de tener  por ser un hombre de letras...

Quién lo vivió es quien lo sabe diré parafraseando al Carnaval de Barranquilla. Y hoy tal vez el único que lo sabe es el único sobreviviente del Grupo, Plinio Apuleyo Mendoza, quien en alguna entrevista dijo: Ahí hablábamos de todo, de literatura, pero también de humor y de mujeres, por supuesto [...] A veces solo se emborrachaban y hablaban de escopetas, tiros y esas vainas”.

Claro en una tertulia, lo que destaca es que son amigos con un interés común y no siempre van a estar todos serios, hablando de libros, teorías y estudios;  en todas partes se dan las humoradas, es parte de la reunión, a veces hasta se baila y se brinda...¿Qué poeta o escritor no ha tomado sus buenas copitas sobre todo cuando el tema se hace interesante?  Que algunos se dediquen a tomar solamente en el mismo grupo,  es muy diferente a que entre copas intercambien ideas  los que sí gustan hablar de poesía o de literatura en general.  Y en efecto a veces se originan grupos dentro del grupo cultural.

Por haber ganado el Nobel, Gabriel García Márquez es hoy la figura más descollante de La Cueva, pero no está muy claro que tan asiduo fue de la tertulia

El Grupo de Barranquilla no estuvo exento de controversias y desacuerdos con escritores y otras agrupaciones literarias, y es así como Jacques Gilard, colombianista francés, recuerda sus confrontaciones con “las vacas sagradas del panorama nacional, López de Mesa y Calibán, entre otros” y sus críticas a Eduardo Carranza y los escritores caldenses.

Ciertamente siempre es así

¡Sumamente interesante amigo!  Me hiciste recordar cuando una vez, no tenían donde reunirse poetas de Chosica y yo deseaba ir a su reunión, dado que recién llegaba de Lima.  Y fui a parar  por reunirme con ellos, como se dice a un bar de mala muerte que quedaba en una barriada -asentamiento humano-  Y ahí entre el bullicio de los dipsómanos,  al fondo en una esquina se dio el contraste que era nuestro grupo literario;  pasada dos, tres semanas, teníamos nuevos integrantes  ¿quienes?  dos borrachitos que gustaban de letras;  finalmente bajaron la dosis de su consumo y se reunían con nosotros semanalmente. 

Y si,  poesía y música se juntan,  es que ARTE ES ARTE y ambas lo son

Un gusto leerte, muchas gracias por la ilustración!

Me gustó muchísimo... Excelente trabajo!

Felicidades! 

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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