¿Cómo están mis maestros poetas,
guardianes del verbo y del verso sagrado,
ustedes que escriben con fuego en la pluma
y tienen el alma de luz encendido?
Los imagino entre libros y estrellas,
bebiendo del néctar de antiguas palabras,
sembrando en los jóvenes la poesía
como quien cultiva jardines del alma.
¿Están bien sus manos, aún firmes al trazo?
¿Aún canta su voz con temblor de paloma?
¿Aún sienten que un verso nacido de adentro
puede detener una guerra o una sombra?
Maestros de tinta, de historia y de esencia,
con rima enseñaron amor y conciencia,
con sonetos forjaron en muchos el fuego
de hablarle a la vida, sin miedo, sin ruegos.
Si acaso cansados, les dejo mi canto,
si acaso dolidos, les brindo mi manto.
Porque fueron faros en noches de espanto,
y aun siendo mortales… dejaron encantos.
Gracias por alzar la bandera del arte,
por darle sentido a vivir y a soñar.
¿Cómo están, maestros? Yo vengo a escuchar…
sus silencios, sus himnos, su eterno enseñar.
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