Como todo un caballero 
esperé el momento perfecto
para tocar a la puerta, 
la excusa perfecta
la tenía gravada 
en mi mente… 

Escuche sus pasos
cuando ella llegó

sigilosamente a la puerta,

la abrió despacito
y me saludó

con un beso en la mejilla
y recibí sus miradas
que me tazaban mi cuerpo…

Me sonrojé de inmediato
Haciéndome el tonto 
y disimulando cambie la mirada…

Me invitaste a pasar a tu hogar,
sentí mariposas en mi cuerpo
al sentarme en la silla 
me rasqué la cabeza, 
y de pronto se sentó en mi falda…

Sus ojos se abrieron

como la mar de Moisés, 
los pelos de mis brazos

se me erizaron,
mi corazón se agito

como tambor Africano

y mi piel,

se me puso de gallina…

¡Hay Dios mío!

mi  timidez se suicido

al lanzarse 

por la ventana, 
la emoción fue tan grande 
que dio  un tremendo salto de canguro 
y después sin querer

estábamos en  la cama..

Allí la desvestí con la mirada,
las caricias abundaron en su cuerpo
y mi voz lucia
muy sensual
cuando entramos 
en calor…

Y bajo esa luna hermosa

destacada por su brillantez 
hicimos el amor,
y todo fue ‘
pura pasión,

porque

el amanecer

 me atrapo
en sus brazos…

y lo demás,
se lo dejo

a su

imaginación…

 

Autor: Santos M. González
Derechos reservados de autor

 

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