Llegó el amor cabalgando
en fino corcel blanco,
arrogante con su ilustre belleza,
me hizo doblegar los pasos.
Yo miraba la luna,
mientras ella seguía avanzando,
de mis labios se asomaron,
dos palabras apretadas,
pero mi boca estaba sellada.
Ella bella amazona
se detuvo frente a mis pasos,
me miró como una humilde mirada de fiera,
mientras sus amarillos luceros brillaban,
con nota de nuevos pactos.
Un imprevisto escalofrió recorrió
todo mi cuerpo
se me helaron las manos
y hasta mis zapatos temblaron ante ella.
Sentí que perdía la batalla,
ante la intimidación de tanto encanto,
su perfume se hizo dueño,
hasta del seco mastranto.
Desde un centenario samán,
con sus dos grandes ojos,
un búho la esta mirando,
mientras canta la brisa
una ardiente canción de arrebato.
Mis expertas manos temblaban,
al percibir el pisar,
de sus intercalados pasos,
no dije ni una palabra,
me tomó lentamente entre sus brazos,
y les juro,
que en ese preciso instante,
ya no supe ni quien era,
ni por qué volvió,
la mujer de tanto encanto.
Repicaron las campanas de la iglesia,
el sol emergió de nuevo
y hubo un bello amanecer,
en medio de los ocasos,
porque volvió el amor,
después de tantos naufragios.
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