Sentí sus pequeñas manos asegurarse a las sorprendidas mías y su mirada tibia detenerse eternamente dentro de mis oscuras pupilas. Mi piel rejuvenecida de pasión acumulada enardecía, mientras mis clausurados poros de un frenesí incontrolable se abrían y un sudor indomable bullía dentro de su blanco cuerpo con vida. La luz de la luna, se adueñó de aquel primoroso momento. mientras dos pétalos blancos, entre las húmedas sabanas rodaban en silencio. Su voz de ángel me llamaba en la efervescencia de aquella encendida urgencia, mientras mis manos sin tiempo buscaban con desespero las venturas prestadas de aquel sublime momento. Pasaron las horas sin darme cuenta, porque vivía feliz aquel hermoso sueño, como si fuera cierto.
Autor: Marco González Almeida Venezuela 16 de agosto del 2013 Derechos reservados
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