UNA LEYENDA MÁS, DEL SANTO ROSARIO.
La palabra Rosarium significa: lugar o jardín de las rosas, o corona de rosas que se le ofrece a la Virgen.
Existe una frase que es una verdadera profecía: “La familia que reza unida, permanece unida”.
El Santo Rosario se viene rezando, alrededor del año 800 en los monasterios.
Y no obstante, alguna vez nos hemos preguntado, ¿Quién habrá inventado el Santo Rosario?
Cuenta una de las tantas leyendas, que un Hermano lego, que se llamaba Joaquín, un hombre rudo y tosco como un roble, (que no era sacerdote) pero vivía y trabajaba, como portero, barrendero y hortelano en el monasterio de la Orden de los Dominicos.
El Hermano lego, no sabía leer ni escribir, por lo que para él era imposible, leer los Salmos, como era la costumbre en la comunidad clerical de los conventos.
Entonces, cuando terminaba sus labores por la noche, se iba a la capilla del convento y se hincaba frente a la imagen de la Santísima Virgen María, y comenzaba a rezar, las 150 avemarías (siendo esta la cantidad, de los salmos). Enseguida se retiraba a su celda, para descansar.
Por la mañana de madrugada, se levantaba antes que todos los monjes, y se dirigía a la capilla, para saludar a la Virgen como era su costumbre.
El Monje, Hermano Superior del convento, se percato que todos los días, cuando él llegaba a la capilla, para celebrar las oraciones de la mañana, con todos los monjes, se aspiraba un exquisito aroma a rosas recién cortadas, dándole una gran curiosidad, por lo que preguntó a la comunidad con suma humildad, ¿Quién adorna todos los días, tan bellamente el altar de la Santísima Virgen?, mas la respuesta no se hizo esperar y completamente extrañados los religiosos, dijeron que nadie. Además, los rosales del jardín no se notaban faltos de sus flores.
Pero un día Joaquín, cayo enfermó de gravedad; y los monjes se dieron cuenta, que el altar de la Virgen, lucia triste y no tenía las rosas acostumbradas; entonces, dedujeron que era el Hermano Joaquín, quien le ponía las perfumadas rosas.
Pero también se preguntaban, ¿como lo hacia? Si nunca lo habían visto salir del convento, ni sabían que comprara, él las hermosas rosas; pero una mañana les extrañó no verlo en su celda, y que se hubiera levantado, pues estaba realmente enfermo, entonces fueron a buscarlo, y no lo encontraban, por ninguna parte.
Al fin, se reunieron en la capilla, y cada monje que entraba quedaba asombrado, pues el Hermano lego estaba arrodillado frente a la imagen de la Santísima Virgen, recitando extasiado sus avemarías, y cada una que dirigía a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, una rosa aparecía en los floreros.
Y al terminar sus 150 saludos a la Virgen, se cubrió la capilla con las 150 aromáticas y hermosas rosas, fue entonces, cuando cayó muerto a los pies de la Virgen.
Con el correr de los años, Santo Domingo de Guzmán, que fue el fundador de los Dominicos, (se dice que por revelación de la Santísima Virgen María), dividió las 150 avemarías en tres grupos de 50 y los asoció a la meditación de la Biblia: Los Misterios Gozosos, los Dolorosos y los Gloriosos, a los cuales, Juan Pablo II añadió los Misterios Luminosos.
Ahora sabemos que el Santo Rosario es mágico, y que cada vez que se rece una avemaría, estarás ofreciéndole una bella rosa, a la preciosa, Santísima Virgen. (Esta devoción es llamada, el Salterio de la Virgen).
Mónica Lourdes Avilés Sánchez.
Ensayo breve literario.
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