Su tez era espectacularmente negra al igual que sus diminutos y brillantes
ojos, toda ella era pequeña. y delicada. Había sido creada con el mayor
esmero que alguien pueda imaginar; su rostro libre de toda tensión tenia
forma de luna llena y sus brazos terminaban en unas regordetas manos que
contaba solo con cuatro dedos....la habían hecho así y ella era feliz.
Era una compañera: en los días de paseo y en los de encierro, en los
asoleados y en los lluviosos. En las alegrías y juegos participaba
activamente, pero también, cuando las tristezas y privaciones, yo sentía que
ella sufría a mi lado..
Nunca se enfado a pesar de los maltratos que de vez en cuando le
podían dar algunos, ni se quejo, quizás esperaba que yo fuera en su ayuda,
nos hicimos amigas entrañables y entre todas ella era mi favorita. Su sencillo
vestido me cautivaba, así como su cabello ensortijado que llevaba siempre
teñido de un bello tono castaño oscuro que le asentaba muy bien.
Nos entendíamos y pasábamos largas horas junto a la ventana del cuarto ,
observando los perros que pasaban por la calle o cuando los chicos
arrancaban las flores del jardín. Era mi confidente. Solía escucharme
siempre sin preguntar ni objetarme nada; aceptaba mis decisiones y era mi
cómplice.
Los años pasaron y un día se fue. Como todo pasa Ofelia se fue,
ahora me pregunto ¿en donde estará?
Su peculiar nombre la hacia aun mas mía y mas bella. Cuando la
nostalgia de la infancia me embarga le recuerdo dulcemente como mi joya
negra. Mi bella y recordada Ofelia, mi muñeca de trapo negra.
Del libro: Desde la Montaña Azul
2009
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