UN SER MUY ESPECIAL – DOCTOR ROGER GORDON BATES

Anoche, por alguna extraña razón, estuve pensando en la persona que diseñó mi vida en Gainesville, el Dr. Roger Gordon Bates. Ya había decidido trabajar mi investigación con un profesor de Electroquímica, el Dr. Gerald Schmitt, pero estando sentada en un pasillo del edificio de Química, este caballero un tanto mayor de edad, me dio los buenos días en español, lo que llamó mi atención y con mucha alegría conversamos un ratito.

Ese amable caballero era nada más y nada menos que el que fuera el director de la división de Química Analítica del IUPAC, el Instituto de Estándares de los Estados Unidos. Dirigió ese importante centro de investigaciones por 30 años y al retirarse de ese centro, la Universidad de Florida en Gainesville le otorgó un Doctorado honoris causa y le proporcionó un inmenso laboratorio para que continuara su labor científica allí con ellos.


Según me contó, aceptó la oferta, y un grupo como de 20 científicos postdoctorales le siguieron a Gainesville. Allí se instaló con su grupo de investigadores que procedían de todas partes del mundo. Me resultó tan amable que haciendo un esfuerzo sobrehumano, cambié de director de tesis y me instalé en su laboratorio para trabajar en un hermoso proyecto en termodinámica.


Mi tesis consistiría en hacer búsqueda de moléculas químicas que sirvieran para lograr mezclas de acides exactamente igual al de la sangre humana, de Ph 7.16. Los componentes de la sangre precipitan si su acides cambia por puy poco. Para los años 1970 era necesario conseguir una solución química que resistiera cambios en ese pH para colocar órganos vitales donados para trasplantes humanos.

En ese proyecto trabajé arduamente por tres años y lo logré, pero en lo que el hacha iba y venía mi vida transcurría entre chinos, indios, franceses y alemanes, otros, y yo era la única mujer en el grupo. Por suerte me hice amiga de un hindú, Rabindra Mojan, que resultó ser el ser más amoroso y servicial, a él le debo mucho de mi éxito.

Pero les decía que anoche estuve pensando en Dr. Bates. Recordé que él jugaba tenis en las tardes y un día me invitó a jugar, nunca yo había cogido una raqueta de tenis en mis manos, así que me compre una Wilson A1010, y a la cancha de la universidad fui a para con mi corazón lleno de ansiedad. Comenzó el juego y si me tiraba a la izquierda la bola yo corría a la derecha, si lanzaba un tiro alto yo me bajaba al suelo para evitar el pelotazo, nada que en cinco minutos Roger entendió que yo no servía para su juego pero, creo que me tuvo paciencia, porque sí servía para la termodinámica.

Llegado el día de mi graduación un 18 de diciembre de 1975, Dr. Roger Gordon Bates me tomó de su brazo y desfilé a recibir mi esclavina y mi diploma de ese ser maravilloso que me cobijó en su mundo de ciencias por tres años y me permitió tener una vida maravillosa en un mundo intenso internacional que moldeó mi vida para siempre.

Ahora ya tenemos las mezclas amortiguadoras para guardar órganos vitales sin que se descompongan en lo que se le trasplantan a algún ser humano para que siga viviendo. Esos amortiguadores los diseñé yo, y cada día que escucho los logros en ese campo de la medicina mi corazón salta de alegría y satisfacción, por haberme colocado en el lugar perfecto para contribuir a las ciencias para el bien de la humanidad. ¡Que viva Dr Bates!

Carmen Amaralis Vega Oivencia

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Comentario

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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