Tú que nunca serás
Me quedé con aquel beso suspendido
en la punta de mis ajados labios,
era genuino
y audaz aquel masculino deseo,
que quiso alzar el vuelo
entre sus tibios labios,
pero secretamente me hablo el destino
y truncó mi camino,
porque desposada era aquella
mujer que me dejó embriagada
el alma de deseos,
y entendí que de mi capricho macho,
sólo quedaría un varonil
torrente de deseos secos
y que jamás catarían de su dulce vino,
mis mustios labios.
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