“La vida está hecha de momentos”

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Veníamos de regreso después de visitar el Palacio Real de Olite, en la provincia de Navarra, cuando de pronto, nos alcanzó un torrencial aguacero, mismo que impedía la visibilidad, más no nuestra felicidad. Vicente orilló la furgoneta para guarecernos debajo de unos jóvenes árboles que se encontraban a la orilla de la carretera, relámpagos y truenos amenazantes desafiaban esa hermosa y veraniega tarde del mes de julio. Los continuos relámpagos nos daban de frente y yo aterrada ante aquel diluvial me refugiaba en mi amado quien me cubría con sus recios brazos cariñosamente. Vimos que otros coches se estacionaban a nuestro lado, resguardándose igual, del tremendo chubasco. El granizo del tamaño de una pelota de golf, no dejaba de golpear la furgoneta por todos lados amenazante.

--¡Vámonos cariño!, antes de que nos quedemos atascados en este lugar, no sea que estos árboles nos caigan encima— Dijo mi amado.

Bajo aquel terrible chaparrón seguimos adelante tratando de llegar al pueblo que no estaba muy lejos de ese lugar. Al llegar, grande fue nuestra sorpresa al ver que el pueblo estaba anegado de agua, como si el Río Ega hubiera vaciado su bendito líquido sobre San Adrián, Navarra. En tanto mi amado como pudo aceleró a toda velocidad la furgoneta, sabía que si se detenía nos quedaríamos varados en medio de la torrentera.

Al llegar a casa después de un buen baño y de disfrutar de un delicioso té, nos recostamos, abrazados amándonos y conversando sobre el incidente, así como también de nuestro bello recorrido por el hermoso y majestuoso castillo de estilo gótico, sus estancias, galerías, jardines y patios construidos con los más nobles materiales y acabados con una profusa decoración. Desde lo alto de las torres pudimos apreciar las vistas del casco urbano y los viñedos que lo rodean.  Grande fue mi admiración por esa lujosa fortaleza, imposible de describir todo ahora, lo que sí sé es que se dice que Olite, es la capital del vino de Navarra, como también sé cuánto disfrutamos de nuestro recorrido y sobretodo de su bello jardín colgante en el cual nos tomamos muchas fotografías. Testigos fieles de esa estival tarde imposible de olvidar.

Pronto comenzarían las fiestas y yo vestiría de ropas blancas y mi pañuelo rojo al cuello, como toda una “navarrica”, como decía la dulce Catalina, la madre de mi amado. Quien al vernos salir de paseo en las tardes se asomaba feliz por la ventana para vernos de lejos y no se retiraba hasta perdernos de vista, disfrutando de ver lo mucho que nos amábamos.  Recorrer las calles del lugar y disfrutar de sus bellos ciudadanos fue sensacional, yo del brazo de mi amado disfrutaba de tanta maravilla.

Sobretodo nuestros paseos por la orilla del caudaloso Río Ebro bajo el sol matutino, mismo que nos bañaba con su energía. Escuchar el melodioso canto de las aves, que era como si me dieran la bienvenida con sus dulces trinos. Si de noche sentados sobre la banca del puente viejo disfrutando de nuestro bendito amor y del paisaje que nos brindaba el estrellado firmamento. El verde no se hizo esperar mostrándome sus prodigios, esos vetustos árboles testigos fieles de tantas historias de amor, además de la nuestra. Ver la felicidad reflejada en el rostro de mi amado orgulloso de nuestro bendito amor, no tiene precio, me hacía sentir tan dichosa. Ahora pienso, ¿qué puede haber en esta vida más digno para el ser humano que sentirse amado, respetado y valorado?

 

 

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

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Comentario

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PLUMA ÁUREA
Comentario de Beto Brom el noviembre 16, 2022 a las 12:03pm

Mi agradecimiento por permitir acompañarte en ese hermoso paseo.

¡ME GUSTÓ LEERTE!

Abrazotes, amigaza

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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