Me despedí de todo,

del suave aleteo de las mariposas.

De fresco roció de la mañana.

De su caminar seguro y altanero.

De la placidez de sus encantos,

porque mis pies quedaron descalzos,

el fúnebre día,

que se oculto el sol,

en sus ocasos.

Me arrodillé sobre nuestra tumba,

porque en ella están sepultadas,

mis viejas alegrías,

el aletear feliz,

de mi viejo corazón enamorado,

y los sueños míos,

 que  jamás despertaron.

Partiré en silencio a tu encuentro

con el misma alegría,

con que tus dulces besos,

me ofrendaron,

y cerraré mis cansados ojos,

con un te quiero enamorado

 en mis secos labios

y con la fe eterna,

de que te veré de nuevo.

 

Autor: Marco González Almeida

Venezuela 20 de agosto del 2012

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