La muerte era un perro transparente

que comía de la mano

de la vieja loca de la plaza.

Y mis dedos sangraban

una lágrima de vidrio

de treinta píldoras engarzadas

en una lengua vencida.

Tan larga

como una caída por la ventana.

Tan corta

como un poema.

Elegí hablar con la muerte

y la muerte era un perro

y el perro era un océano

donde lavarme la mugre

de no ser amada.

Hablaba con la muerte

casi todo el día.

Cuando creí que la muerte

no me escuchaba más,

me arranqué las páginas del cuerpo

y las prendí fuego.

Para que nadie

pudiera leer cuánto me dolía.

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Comentario de Silvana Beatriz Sosa el marzo 22, 2022 a las 2:05pm

Roberto: 

Muy desgarrador relato has realizado. Te felicito :) 

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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