SOFÍA,
O:
LA MAYÚSCULA
FUE SORPRESA
Gutiérrez Aldama eran sus apellidos de prosapia. De ellos siempre presumió, porque la enseñaron a hacerlo desde niña. Tanto su padre como su madre tenían veneración a los nombres tribales que, como los suyos -según decían-, contaban con un rancio abolengo comprobable en los archivos históricos de la región; como si hubieran pactado, respetaban hasta la defensa pública, y si fuere necesario hasta la ofensa a ultranza, no solo el apellido propio sino el de su consorte, en eso eran iguales. Cómo no iba a aprender Sofía esa actitud hasta volverla, obsesiva, parte de su manera de respirar y transpirar el mundo.
Durante lo largo de su vida, llena de peripecias y de años, no faltaron aquellos que colocaban suspicacias ante esas raíces nobles de Sofía. Sobre todo, cómo no dudar si la miraban tan pobre, tan siempre en las últimas, en todo momento pidiendo prestado, a la búsqueda de la sobrevivencia en el sentido más estricto. Las dudas asaltaban a algunos, sobre todo a los recientemente conocidos. Las amistades viejas ya se habían acostumbrado, ya bastante sabían de las manías de Sofía y se las soportaban hasta con agrado.
Pero a uno y a otros sorprendió cuando aquella sexagenaria mujer, contra su costumbre, convidó a tirios y troyanos, con cierta continuidad en unos casos y en medio de la sorpresa y la improvisación a los demás, a su casa: ya a comer, ya a tomar un pedazo de pastel, a probar galletitas de nata que yo misma saco del horno con la vieja receta de mi abuela, a degustar un oporto de quién sabe dónde. Todos, sin excepción alguna, quedaron con la boca abierta. Como dijo la turbada vecina de abajo: la mayúscula fue sorpresa.
Y cómo no sorprenderse si Sofía, antaño, a la menor provocación se hacía la invitada. Además de que estaba sobrada en habilidades para señalarse indispuesta, o señalar indispuesta su casa -por cierto, un departamento en la Hipódromo-Condesa-, cuando a sus amistades, fuere quien fuere, se les ocurría proponerla ya que Chofis no tiene ni perro que le ladre. Pero ella se resistía indefectiblemente, con cualquier pretexto. Sofía, decían sus allegados no dispara ni en defensa propia. Pero ahora no; no solo los convidaba con una sospechosa continuidad inexplicable para su -lo que llaman los clásicos neoliberales:- pobreza extrema.
No faltaron, desde luego, los interrogatorios, ya soterrados como un bumerang, o francos y directos como una munición, a lo que Sofia velozmente contestaba platicando aquello de la herencia de su prima Esther -de quién nadie, nunca, había oído un carajo-, así como los detalles de aquella pobre parienta, de los Gutiérrez por cierto, que quedó viuda hasta en dos ocasiones, había perdido a su única hija, asesinada brutalmente, en un furioso ataque de una pandilla de vagos, en Guadalajara -donde supuestamente vivió- y, algunos años más tarde, la prima de Chofis resultó violada por el sacerdote que funjía como su consejero espiritual y confesor, todo lo cual volvió loca a la caritativa Esther, pero afortunadamente tuvo el tiempo suficiente para ver a un Notario Público pocos días antes de su confinamiento en un manicomio, de lujo, eso sí.
La historia remató con la explicación de que cuando Esther había ido al Notario dispuso que su herencia solo podría entregarse hasta que ella falleciera; entre tanto, con su fortuna habíase creado un fideicomiso, o algo precido, para dar mantenimiento a todas sus posesiones que, lógico, habría de heredar Sofía. De modo que eso explicaba el repentino cambio de actitud de Chofis. Y vaya que a partir de que nos contó a todos la historia aquella la vimos gastar en grande. Y como sucede en la ingrata realidad, sus amistades y cuates cercanos se multiplicaron.
Sofia contaba, con gracia de opereta, lo que había sido un gran drama; pero algunos llegamos a creerle parte de la historia -lo medular- y a suponer en ella, aderezo de simpática cuentera, lo demás.
Después la verdadera sorpresa nuestra iba a estallar como pipa de gas ante fogata. Y ahora Sofía en la cárcel y nosotros, pese a todo, visitándola, dándole nuestra amistad y cariño.
¿Quién iba a suponer que esta aparentemente indefensa mujer habría de asaltar aquél banco? Las cosas que se ven en la ciudad de México en los días que corren.
Comentario
Querida Liliana Mariza ¡Hasta Paraguay, mi agradecimiento, i amistad fraterna y mis deseos porque quedes libre de todo mal en compañía de tus seres queridos!
¡Gracias querida Liliana Mariza; que todo pase rápido y sin daños al entorno...; feliz jueves, pese a todo...!
Benjamin
Una narrativa excelente, muy buen desarrollo
Y un final inesperado
Me encanto
Gracias
mary
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