La poesía de la tierra nunca muere:
cuando todos los pájaros están extenuados con el ardiente sol,
y se esconden en árboles frescos, una voz correrá de cerco a cerco sobre el prado recién cortado;
esa es del saltamontes — toma la iniciativa
en la lujuria estival—, lo que nunca ha hecho
con sus delicias; como cuando cansado y con el capricho
descansa a su talante bajo alguna agradable maleza.
La poesía de la tierra nunca cesa:
en la larga velada invernal, cuando el frío
ha labrado un silencio, en la estufa chilla
la canción del grillo, creciendo con el calor,
y le parece a uno que se ha perdido en somnolencia,
el saltamontes entre algunos enyerbados cerros.
Un saltamontes y un grillo juguetearon
y el resultado: el saltamontes es como la
Poesía, no solo juega, sino dice verdades incómodas; en tanto el grillo canta y canta,
para alegrar las veladas de los humanos que
habitan en las montañas boscosas.
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