RODANDO, RODANDO
Copiosos manojos
escarlatas
de flores, adornan
en silencio, la tumba.
Callada oración.
diluye
su desventurada pasión
de no hallar nada.
Anochecer encima
llorosa
y tajante como espada
incrustada en la misma herida.
Lejanía sin linderos
desatadas
con furia de combatientes,
sobrevivientes del naufragio.
Negra noche derribada,
tasajeada
a jirones, pero sin lamentos
menos la culpa perdida.
Piedrecilla bajo el agua,
herida
casi esférica, si la ves rodando,
rodando, ¡ya no volveré!
Orlando Ordóñez Santos.
Derechos Reservados – Imagen de la Red.
Comentario
Qué bello
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