Relato sobre el Poeta Z, “no dejes que muera la poesía”.
En una de esas primaveras remotas del día veintiuno de marzo, recuerdo haber visitado al Señor Z, un amigo poeta extraordinario muy querido, me dirigí a una hermosa playa en el lejano suburbio de una ciudad desconocida para muchos; pero para él, era su hogar más presuntuoso. Un lugar que le acogió en su momento más difícil. La soledad le había empañado su felicidad años atrás, cuando su esposa la que nunca existió y sus hijos los que nunca engendró, dejó una marca indeleble en su corazón, por nunca haber formado una familia entrañable, ni tener fotos que le recordaría, cuando olvidase su propia presencia.
Se ocultaba bajo el sol mañanero entre dos matorrales de cocos desabridos, y las hojas desecas que el viento despedía. Imaginé que la luna era su amiga perfecta y el mar le oxigenaba y relajaba su mente. No había perdido aún, las emociones que le dibujaba cada letra en el cielo, cuando miraba el atardecer del día.
Se había retirado a las afueras, antes de que la depresión le aturdiera hasta la médula, ya no fascinaba con esa sonrisa contagiosa, que el público veneraba cuando declamaba sus versos con una fuerza inimaginable. En su tiempo de gloria, había escrito cientos de libros de poesías que le colmaba de gozo, el hacerse un poeta reconocido en el mundo. Sus letras embelesaba a todo aquel, que oídos prestaba atención con total pasión. Unos años después, su aislamiento desterró su personalidad tan inverosímil. Sin embargo, al encontrarme con él frente a frente, me pareció ver aún, su magnífica imaginación intacta, cuando lo miraba fijo y escuchaba sus rimas con una elegancia inmutable.
Me sorprendí de verlo acostado en su chinchorro con su larga barba blanquecina, su pelo enmarañado, sus lentes desgastados por el tiempo y su ropa desteñida. Verlo en frente de aquella casa chica de solo un dormitorio y un baño, una máquina de escribir sobre una mesa de cedro envejecido, unas hojas incoloras liberadas en el suelo, una pequeña biblioteca con libros de sus autores favoritos y un paragua lóbrego enmohecido, situado en la arista dentro de un gran porrón floreado, hizo lastimar mis fanales. Además, de observar que su peor enemigo era el reloj, no había ninguno que le manifestara cuándo el tiempo iba alejándose de su hábitat. Percibirlo con un total desaliento, era tal el abandono que le pregunté ante mi asombro, qué le había sucedido en ese inmortal tiempo solitario, a lo que él me respondió:
“Mi querida poetisa, ya no ostento la inspiración que hacía volar mi imaginación, mi memoria falla en cada milésima de segundos, mi ímpetu de transitar en el camino de la vida, se desvanece con mi envejecido y debilitado cuerpo. La soledad me achica a cada segundo, minutos y horas de mi existencia. Mis neuronas agoniza y los recuerdos van dejando rastros de olvido con el lloro de mis entrañas. Los años van cambiando el mundo, del cual ya no pertenezco, ahora solo me queda el resto de mí respirar profundo, hasta apagar mis sentidos e irme hacia un universo paralelo o una tierra desconocida. Donde seré otro ser que sobrepase los muros de sus silencios; quizás vuelva a nacer como el poeta que siempre quise ser, en el que todos recuerden las letras que una vez escribí con mucho amor, dejando huellas en los corazones de muchos y tal vez, ya no seré el poeta olvidado como lo soy ahora”.
Después de su pequeña y afligida charla. No me resigné a perder lo poco que le quedaba de vida poética, a este querido y estimado más inusual poeta Z, valía la pena levantar su poco ánimo fingido. Aplaudirlo hasta el final de sus días, elevaría su arrojo y sacaría a flote su sabiduría más recóndita, cuan dejaría un vestigio imborrable de palabras, que haría brillar a los ojos encantados de cada ser universal, una oportunidad para dejar su muda vida solitaria. A lo que me expresé con total firmeza, esperando que mis palabras, le sedujeran en su sano juicio.
“Mi apreciado poeta Z, no acabéis con tu júbilo de sonrisas enriquecidas, para mí no sería un problema la distancia, yo vendría o usted iría; ahora, si tan solo deseáis vivir solo para que tu imaginación fluya, como el aura de tu alborada, donde los peces del agua exclamaría tu presencia, la lluvia extrañaría su indómita ausencia, y el amanecer te abrazaría bajo tus blandos lienzos en la fría neblina. Yo con todo respeto lo aceptaría; pero nunca dejáis, que el olvido te habite, el silencio agobie tu memoria sepultada en la piedra, al fondo de tus vastos jardines, ni te escondas como hojas estropeadas, donde las penas sobreabundan en el horizonte. No dejes que tu sonrisa se apague y ate a tu pecho una descomunal congoja. Yo te abrazaría tan fuerte, que mis ardores llenarían de fuego tu corazón. Te rescataría de ese solitario pueblo desganado. Te llevaría hasta el infinito donde al fin, quedarías libre de ese ángel terrible, el que te ata en el insomnio. Con todo respeto mi querido poeta Z, ven conmigo a estar frente a tu público querido, los que te esperan con ansias, los que te aplaudan con regocijo, los que te escuchan como si fuese una canción melódica y claman por más de tu presencia. Tal vez conozca entre ellos, a tu verdadero amor soñado, donde tus letras se conviertan en un beso letal que atrape un amor sin igual, donde ese amor no le teme al futuro y sea el más puro que valga más que el olvido. Así que mi estimado y más respetado poeta Z, de una vez por toda, dejes de ser el poeta olvidado y no dejes que muera la poesía”
Autora: Rosana Lamonte
Fecha: 21/03/2022
País: Venezuela
Derechos reservados de autor@
Esta vez quise hacer algo diferente.
FELÍZ DÍA INTERNACIONAL DE LA POESÍA.
Comentario
Gracias poeta Benjamín, me alegra que le haya gustado. Un abrazo fraternal.
Muchas Gracias Poeta Iris, me enorgullece saber que mis letras te gusten y transmite un emotivo mensaje. Gracias Beto por leerme. Saluditos y abrazos.
Mil gracias por tu entrañable comentario estimada poeta Delia. Feliz día. Saluditos y abrazos.
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