REFLEXIÓN ANTE LA TORMENTA HURACANADA

Fueron muchas horas estudiando sobre mis libros, buscando como ratón de biblioteca la información necesaria para entender conceptos abstractos que me permitieran completar requisitos de mis estudios doctorales. Años y más años de sacrificios. Mi deseo en muchas ocasiones se sentía superior a mis fuerzas. Fueron días y más días, a veces casi sin comer, olvidaba comer, mientras me preparaba para los exámenes.

Con mi ahínco y determinación, poco a poco, fui completando todos los requisitos, y logré mi título en Química en un país extraño, con un idioma distinto a mi idioma natural, lejos de la protección de mi padre, del amor de mi madre, del cariño de mi hermana, de los olores y colores de mi bendita Isla.

Fui afortunada, al llegar a mi tierra, a mi adorado Puerto Rico, me esperaba un contrato como catedrática auxiliar en el CAAM, la Universidad que me preparó muy bien con la base científica necesaria para completar mi título doctoral en Termodinámica.

Y comencé a trabajar con mi corazón palpitando de felicidad. Justamente lo que mis sueños querían, volver a mi lugar natal, a mi gente, a mi familia, a mi Colegio. Aún, luego después de casi medio siglo doy gracias a mi Dios que me dieran la fuerza, el orgullo, el coraje de luchar sin treguas hasta ese momento de regresar triunfante al lugar de mis amores a rendir mis servicios en gratitud a la vida. Mi sueño de ser maestra, de enseñar a mis jóvenes universitarios el amor por la ciencia y la investigación, devolver cien por uno con amor todo lo recibido.
Y hoy mientras disfruto sentada en mi escritorio, ante mi computadora y mi televisión en mi habitación refrigerada con un sistema de placas solares, sin sufrimiento, reconfortada con todo el bienestar que mi trabajo me permite disfrutar, sigo agradeciendo a mi Dios la vida que me ha permitido vivir.

Es entonces cuando miro en los noticieros de la TV las miserias que están sufriendo los que aún no tienen servicio de agua potable y servicio de energía eléctrica después del mal tiempo huracanado, cuando no tienen suficiente dinero para las necesidades básicas mínima, les confieso que siento un poco de angustias por ellos, y me pregunto por qué tengo todo lo bueno, y a tantos les ha tocado tener casi nada.

Todos los días, a cada hora, agradezco a mi Dios tantas bendiciones, y ruego por los más necesitados, y pido me muestre el camino que me permita ser útil hasta el día de mi muerte.

Carmen Amaralis Vega Olivencia

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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