R E C I N T O

R  e  c  i  n  t  o

"Recinto", de Javier Sologuren (Perú, 1921-2004)


           -¡Oh Perséfone, Perséfone, tráeme de los lnfiernos
           la vida de un muerto!
                                                            D.H. Lawrence
                      En los tiempos muy antiguos, cuando un
                      hombre moría, dejaban su cadáver, así no
                      más, tal como había muerto, durante cinco
                      días. Al término de este plazo, se desprendía
                      su ánima ¡sio! diciendo, como si fuera una
                      mosca pequeña.
                                       Dioses y hombres de Huarochirí
                                       (narración quechua recogida por
                                       Francisco de Ávila, circa 1598).
no circulaba nada
nada rodado nada oscilado
la muerte cayó de arriba abajo como un puño
inapelable
se entrañó el aire
la araña quedó al cabo de su hilo seca
la falena recamada el facetado insecto
intacto y muerto
en la segunda sílaba quedó
del cuculí el quebrado canto
desconocidos la sandalia y el asfódelo
inmerso en su alma el heliotropo
en suaves flores deshecho el hueso blanco
se contrajeron racimos rostros vísceras
espacio y tiempo apretaron sus mandíbulas
hubo objetos que no desistieron
el oro recogió sus destellos
lo encerrado fue el reino
sólo un latido tocó nuestra memoria
Un recinto personal
quiere mi intimidad
para guarecerse de las miradas ajenas.
Un recinto quiero yo
para vivir mi vida personal
en lo que me resta
que espero que sea mucho
todavía porque la vida
es bella y merece vivirse.

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