En la penumbra de mi ser profundo,

donde la luz y la sombra se entrelazan,

resuena un réquiem, una melodía mía,

una sinfonía que en silencio abraza.

 

En los recovecos de mi propio ser,

donde los ecos del tiempo danzan,

se entona un cántico, un lamento sutil,

un réquiem a mí mismo, mi propia alabanza.

 

En cada nota, encuentro mis recuerdos,

las risas, las lágrimas, los sueños despiertos,

un viaje marcado por días y noches,

un réquiem que mi propia vida concierta.

 

No es un adiós, ni un final definitivo,

sino un adiós a lo que ya no soy,

un renacer en la música del presente,

un réquiem que mi esencia explora hoy.

 

Las sombras danzan con la luz intermitente,

en este réquiem que resuena en mi interior,

una oda a las batallas, a las victorias y derrotas,

un canto que celebra mi eterno resplandor.

 

Así, en este instante de solemne calma,

me despido de ayeres que ya se desvanecen,

un réquiem a mí mismo, un nuevo comienzo,

donde en cada despedida, el alma renace.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

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