Morir
como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se acabó la feria...
Llega la calma con las olas del mar.
Alfonsina está yerta y siguió a Quiroga
como lo prometió, ola tras ola;
esperamos sus versos tranquilos y
ceñudos; el coraje y la rabia son un
oficio propio para los que padecen
y enseñan a los otros a soportar
dolores y castigos inhóspitos.
La mar y Alfonsina son una sola casa:
sus voces nos añoran y cantan tristes
cantos de melancolía ajena; y propio
es su destino caluroso y tenaz, fuerte
es el castigo; y dolores de cáncer van
y vienen: se van como las olas del mar.
Bien sabes Alfonsina que nada resucita:
pues: Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo por siempre y por siempre será!
Adiós Alfonsina, te digo adiós amiga.
Pero un día nos veremos entre versos
y ruinas de esta civilización nuestra
que yace aquí muy triste porque bien
que lo sabes que un día todo acabará:
Llegará un día en que la raza humana
Se habrá secado como planta vana,
Y el viejo sol en el espacio sea
Carbón inútil de apagada tea.
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