Te ofrendé un clavel que a canela olía
Para que perfumaras
Coquetamente la covacha mía
Y grácil alejaras
Hacia hemisferios gélidos, lontanos,
Desérticos, sin luz,
Para que la suavidad en tus manos
Sea alivio de mi cruz.
Y te ofrendo, amada, un río de amor
Siempre ágil para ti;
Te ofrendo mis sueños y mi calor
Y el brillo del rubí.
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