NAYDA.

[Càstor A. Olivier O.]

Tendido sobre la superficie de la tierra,
la luz acariciaba mi rostro a través del movimiento de las hojas
cruzaban el espacio bellas libélulas batiendo sus alas transparentes
sus raudos movimientos y vibrantes parpadeos
hacían brillar sus grandes ojos cristalinos
aquel mundo fantástico, demencial, me estaba consumiendo
cuando se presentó una dama, una dama risueña, sonriente
yo estaba hundido en el náufrago de los viejos escombros del pasado
aferrado a la última, dolorosa fractura de la vida.

Pintoresca figura, una bella deidad en mi presencia
falda larga de continuos dobleces prolongados
cubierta por un tul de seda transparente
una cota de alegre colorido y un turbante flameaba en su cabeza
ojos ámbar, voz melodiosa y una fresca sonrisa permanente
estremeció los cimientos del pasado,
borró imágenes ilusorias del futuro
y me hizo descender hasta el presente
entonces, comprendí que estaba vivo.

Volví a una nueva realidad, a transitar una vida diferente
colmada de ilusiones cromáticas, sin pausa
de un complejo letargo a una veloz carrera
pero la misma ansiedad, dividió nuestra senda
y cada quien tomó diferente camino, tanta premura,
fue una tempestad, la euforia, la locura, lesionó nuestras vidas
cuando miré hacia el trayecto recorrido
la vereda era larga
y Ella, apenas se miraba en la otra orilla del camino.

¡Ah! Pero ahora la amistad traspasó la barrera del morbo
y somos amigos… Más allá del amor.

Dios te bendiga Nayda.

Cástor A. Olivier O.
Venezuela.