Mujer.
Sonrío a causa de la mujer, porque al mirar sus ojos comprendo lo hermoso que por ellas el mundo puede ser.
Que caso tiene contemplar la luna si no llevas en la mente el rostro de la mujer que se ama. O mirar el mar sin añorar de ella la intensidad de su mirada.
La mujer es la vida que da vida. Es flor de mil colores, delicados pétalos y sublimes y suaves aromas.
Su sonrisa encanta, su voz cautiva. Su cuerpo es obra de arte y sus caricias son un regalo generoso que te hace la vida.
La mujer es el más dulce vino que se prueba, que te gusta y que te embriaga. Es delicioso pan que te alimenta.
Es el milagro de Dios que hace milagros en la tierra. Te enferma, te cura, te endulza, te suaviza, te transforma, te mata y te envenena.
De que sirve contemplar un bello amanecer si no tienes a tu lado a una mujer que te haga volar y en lo alto del cielo renacer.
La mujer es exquisito amor que se derrama por los poros sedientos de tu cuerpo. Es la lluvia y es el sol que te moja y te calienta en el momento maravilloso de un encuentro.
Es ternura que se derrama en una lágrima y es la fuerza con la cual se erige poderosa y altiva la montaña.
La mujer es el poema que se deja leer en la oscuridad absoluta... es la canción eterna que no se deja de cantar... es mañana fresca y perfumada y el rocío que adorna de diamantes las flores por siempre en las mañanas.
La mujer es suave terciopelo y sabanas de seda, nubes de algodón y pájaros que vuelan.
Locura delirante que te alcanza para amarte, que te pierde en el vacío y te roba con una mirada los suspiros.
Mujer, nobleza que se ofrece y que perdona.
Dios mío, gracias por la mujer.
Carlos Eduardo Lamas Cardoso.
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