Mariposas nocturnas.

[Carlos Eduardo LAmas Cardoso]

Mariposas nocturnas.

 

Fétidos olores conjugados, placer,  alcohol y cigarro.

En un mundo lúgubre y obscuro, donde los colores se llevan en las mejillas

y al contorno de los ojos.

Mujeres que viven de noche con falsas sonrisas,

que maquillan sus penas y sus angustias, que maquillan sus pesares

para convertirse en mariposas nocturnas.

Mariposas que beben el néctar del vicio y que esconden el rostro tras el

pesado humo de un barato cigarrillo.

Hombres que dejan tras de sí las inseguridades y las necesidades materiales de su mundo.

Que al cruzar el umbral son más hombres, son más bellos, más galantes, y sobre todo poderosos.

En este mundo de obscuridad no hay diferencias, empleados, obreros, ejecutivos o empresarios,

todos ellos se convierten en la misma cosa, consumidores del producto que se vende.

Todos ellos unidos por sus soledades y atraídos por los cuerpos de muñecas que como en aparador se exhiben para su uso a conveniencia, sin restricción o moralidad.

Ahí dentro pueden lo que afuera no.

Son hombres que por el precio correcto se convierten en sementales y escuchan las palabras que siempre han querido escuchar.

Son hombres que ocultan su desesperación con el billete que de sus carteras perderán.

Ahí se baila la danza de los falsos amores, de los placeres plásticos, de las ilusiones de una sola noche.

Manos lascivas que acarician furtivas, dedos que penetran espacios; hombres de ojos desorbitados, henchidos de bajos deseos. Mujeres que soportan actos infames y que ocultan su vergüenza tras una tímida y fingida sonrisa.

Este es el bar oscuro e infame, donde algunos respiran para ser reyes del bajo mundo de la prostitución. Mundo de mariposas nocturnas, que no extienden sus alas, que danzan desnudas del cuerpo y tratan de proteger el alma.

Donde la sombra de los ojos se desquebraja al amanecer, al compas de las lágrimas que ruedan entre luces que se apagan y oropel que ya no brilla...

 

Mariposas nocturnas, bellas de noche, colorinas sin fortuna...

 

 

Carlos Eduardo Lamas Cardoso.

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