Llamo la rosa a la abeja,
impregnada de rocío,
en ella bebió su néctar,
sedienta tras su volar.
Llegan las alboradas,
despertando al nuevo día,
el sol en su alegría,
alguna lagrima olvida.
La ninfa
derrocha virginal pureza,
alentando al soñador poeta,
que sus letras le dedica.
Es la abeja peregrina,
no es esclava de la rosa,
bebe el néctar de su centro,
del jazmín o del clavel,
siendo fiel a su existir,
porque pronto sabe,
ha de morir.
Donald D LP
16-12-2020
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