Año tras años veo reverdecer
tu copiosa fronda de ovaladas hojas
cuando los demás árboles entristecen
y sus ramas se tuercen bajo el sol
y sus raíces agonizan en la tierra,
cuando marchitan su esplendor,
tú, extiendes tu verde cabellera
tu recia personalidad se reverdece.
Cuando comienzan las lluvias en invierno
y los árboles extienden su ramaje
y la sabana se torna verde tierno,
tus ramas languidecen
tus hojas pierden su fúlgido esplendor
manifiestan una palidez amarillenta
marchitando tu real investidura
y caen las hojas de tus ramas secas.
Queda tu piel desnuda, en la intemperie
donde sólo se paran las libélulas
y el colibrí se baña con la aurora
bajo la mirada sutil de las estrellas
la cigarra azul de primavera, te visita,
e inflama con su canto tus ramitas secas
estallan tus crisálidas en un rugir sonoro
en millones de florecitas que despiertan
e impones tu presencia, cual antorcha,
tu magna investidura color oro.
© Cástor A. Olivier O.
El hijo del cisne.
Venezuela.
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