Desde mis callados ojos
caen dos cristalinas perlas
y se anidan silentes
en mi afligido corazón,
que hace aguas.
En lo profundo
de la misteriosa guarida
del pasado,
te escudriño
con mis ansiosas manos enlazadas
a tu memoria,
pero no logro ubicarte.
La fuerte piedra de tu recuerdo
me golpea la existencia
y siento como mi húmeda lengua te ama
en el silencio de mis horas,
mientas me absorbe el deseo de tu cuerpo
y se hace goce la vida
en un instante
y en la esquizofrenia de mi madurez
te invento.
Y el mito de nuestro amor revive
y se convierte en perenne pena
para esta jadeante existencia,
que te ama con el costoso precio,
de la evocación eterna.
.
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