Al igual que todos los atardeceres, encaminó sus pasos a la plaza para encontrarse con su inseparable compañera, era la cita que aguardaba todos los días, la necesitaba, se convirtió en una obsesión.

También ella ansiaba la llegada de su fiel seguidor, los encuentros fortificaban su quehacer.

Era ya costumbre verlo sentarse en su banco preferido, cerca del añejo nogal, quizás de la misma edad que él, al punto tal que parecían un dúo inseparable. Los visitantes lo observaban, más de uno lo saludaban, otros le sonreían...todos lo conocían...era el viejo que conversaba con la Luna.

Se acomodó...miró hacia arriba...allí estaba...como siempre, nunca faltaba a la cita…

*El Viejo...

Contento de observarte, querida amiga...me pareció verte sonreír, ¿me equivoco?

La Luna asomó un gesto infantil entre el andamiaje de su cambio de fase. El torpe arte de fingir hizo desprenderse una viga recién encalada de su carcasa virgen. Por suerte, se desintegró en polvo interestelar al atravesar la atmósfera. La Luna se oscureció un ápice más. Prendió rápidamente unas cuantas velas del asombro.

Se pregunta por el silencio que guarda el Viejo en el celoso cuco de sus antiguas nueces.

Cubrió su perfil de muselina y comenzó a susurrar en una frecuencia tan solo audible en el caracol lento del oído del anciano.

*La Luna

¿Acaso ves sonrisa en mi vocación de loca amante? ¿Acaso no sientes el tacto manoseado de mi silueta arrebatada? La posición de la lejanía siempre desmonta, en artilugios pesados, todas nuestras perspectivas.

Los ensamblajes ya tienen vicios adquiridos y obsolescencia programada. Solo sobreviven como piezas sueltas. Igual que lo hicimos nosotros.

Creyó escuchar unos balbuceos...si, no había duda, ese timbre de voz era inconfundible, su compañera le respondía, cerró la ojos...agudizó sus cansados oídos… a medida que llegaban las palabras, más se asemejaban a versos de un poetisa enamorada. No obstante quedó asombrado, no pudo resistir la tentación de responder sintonizando la nueva onda abierta.

*El Viejo

Todo mi cuerpo ya achacado por el crudo tiempo, parece rejuvenecer al ser acreedor de tus bellas y reconfortantes estrofas...no dejes de regalarme tus flores, pues llegan como un exótico elixir...no te alejes…

Ambos conocen los laberintos de esta última frase. El tiempo desfigura los recuerdos acomodados en piedra, siempre en el mismo banco, ya sin esperas. Aunque han pasado los años, ambos saben qué sucedió aquella noche, minutos antes del eclipse lunar junto al nogal de sus encuentros. Aquella mujer no acudió a la cita. Noche eclipsada, también de palabras. Solo La Luna con su ubicuidad forzada fue testigo. Luego, desapareció también dejándole solo.

Al mirar a El Viejo, La Luna recuerda a la mujer, tan hermosa como quisiera ser ella. Pestañea su soledad incierta en velos locos de algodón sin azúcar. Después, prepara mullida la hondura de sus cráteres: el abismo colosal de las minucias. Ha empezado a perfilar el halo sutil de una gravedad perentoria con aerosoles perfumados de coquetería. Descose con levedad sus contornos para difuminarse.

*La Luna

Los eclipses iluminan las incertidumbres, mientras la luz, empoderada de sombras, huye con la verdad de su naturaleza.

La penumbra nocturna trate de sobreponerse, el nogal oscurece sus hojas, todo llama a la reflexión, el anciano entornó sus ojos y cree sentir la mirada de su amiga lejana, ella le habla y el escucha, un ambiente que embarga los sentimientos nostálgicos, que le permiten recordar aquel amor que una vez fue realidad.

*El Viejo

Ohhh, querida lunita, tu presencia evoca momentos inolvidables, logras acercar instantes grabados en mi cansado corazón.. ¿sabes cantar?...entonces quizás podrías entonar una melodía que me traslade, no me gusta el presente, añoro el pasado…

Más allá del nogal, al otro lado de la añoranza, una mujer dispone las tazas sobre la alacena con sobriedad cautelosa. Mira la noche por la ventana. No sabe, desconoce, pero intuye como la mangata al lento rumor del embarcadero.

    -Luna, ¿otra vez ensimismada?-la sorprende una voz desde la puerta de la cocina.

Luna lleva el nombre de la ausencia, ha heredado la piel de la huida y los ojos oscuros de amaderado nogal. No conoció a su madre. Nació la noche del eclipse lunar cuando todo, de nuevo, se encendía, igual que su vida al tiempo que la de su madre se apagaba en soledad a orillas de las tablas caídas del embarcadero.

El Viejo, ajeno, no sabe, desconoce ni siquiera intuye conformándose solo con un eco de su propio reflejo.

La Luna tararea un silencio como cada noche desde aquella en que calmó el llanto de un bebé y la soledad de un hombre con su celo plateado en la misma melodía lunática.

*La Luna

La Luna esconde a su “niña de risa fresca,”

ha puesto ramas de olivo en cada verja.

La Luna plancha un vestido, plisada seda,

y borda blancas mentiras entre su tela.

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La Luna….Beatriz Ugalde Mora (España)

El Viejo… Beto Brom (Israel)

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Imagen de la Web c/texto anexado

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Comentario

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PLUMA ÁUREA
Comentario de Beto Brom el julio 30, 2023 a las 5:07pm

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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