Existió una vez, en un país llamado Venezuela, un poeta de nombre Aquiles Nazoa. Su poesía era bastante cómica, pero más que para hacer reír a las personas, escribía para criticar al gobierno, a los policías y a todos aquellos que se portaran mal con la gente y, sobre todo, con los niños. Un día, recordando a Platero, un hermoso burrito español, cuyas andanzas fueron narradas por otro poeta llamado Juan Ramón Jiménez, quien también era español pero que vivió muchos años en Puerto Rico, Aquiles Nazoa decidió escribir un poema acerca de otro burrito, pero que fuera venezolano. En el principio, el nombre no lo preocupó. Él solamente quería que este otro burrito tuviera algo especial. Pero como también pensaba que todas las cosas deberían tener su nombre, lo denominó “Emilio”. El nombre de “Emilio” proviene de un libro escrito por un francés de apellido Rousseau (RUSSÓ. Así como RUSSOTTO, uno de tus apellidos, pero sin TO). Emilio era un niño que aprendía todo de la naturaleza, como se lo indicaba su maestro. En síntesis, era un niño muy especial. Entonces, Nazoa, a su poema lo llamó así: “Esta es la historia de Emilio, un burrito que echaba flores por el culito”. Ya ustedes se podrán imaginar si este otro burrito era especial o no.
A ver. ¿Qué se imaginan ustedes dos? ¿Qué piensas tú, Sofía, cómo era el burrito inventado por ese gran poeta venezolano que se llamaba Aquiles Nazoa? ........................................... ¿Y a ti, Laura, qué se te ocurre?.........................................
Una de las dos que me diga qué se le ocurrió a Ingrid. La otra que me cuente lo que se le ocurrió a Diego. ¿Y qué se le ocurriría a la nonna?
Por mi parte, cuando yo leí la poesía de Nazoa, me dije a mí mismo: “Yo también escribiré algo sobre ese bonito animal”. Pero como a mí me gusta escribir cuentos más que hacer poemas, pensé escribir este pequeño cuento para mis dos nietecitas bellas, que viven en los Estados Unidos. Bueno, el cuento mío continúa así:
Una cosa era cierta, mientras que a Platero (¿Recuerdan quién era Platero?) le gustaban las “...mandarinas, las uvas moscateles, los higos morados, con su cristalina gotita de miel”, a Emilio, el burrito de Nazoa le gustaba el coco, el plátano, los cambures, los aguacates y las arepas, las caraotas negras con queso blanco rallado y con tajadas. Sí. Aunque ustedes no lo crean, también le gustaba, y mucho, la pasta: pasta con vóngole, con sardinitas, con pasas y pan rallado y tostado, la pasta a la napolitana y también a la boloñesa. Mas, una cosa era su especialidad: Ir a las fiestas de los niños, porque cuando no se encontraban flores para adornar sus casas o los lugares, él comenzaba a retozar, a lanzar coces al aire, a hacer cabriolas, como los caballos y, luego, hacía pupú. Pero como ustedes ya lo saben, no era hediondo, porque él lo que echaba eran flores. Todos los niños del pueblo lo querían y se montaban en él, para pasear. No se imaginan lo contento que se ponían los niños, cuando se montaban en él, cuando comenzaba a dar coces, a retozar, porque todos sabían qué cosas venían después.
¿Laura, qué venía después?.......................................¿Sofía, y después de que el burrito hacía pupú, qué otra cosa podía pasar?...............................................................................
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Una vez, una pareja de jóvenes, como de 32 años cada uno, después de haber estudiado y haber adquirido una profesión, decidieron casarse e ir a vivir a una ciudad más grande, ya que allí podrían encontrar trabajo más rápido. Cuando al burrito le dijeron esto, salió corriendo para las casas de ellos y les prometió que él iría al matrimonio. Y así sucedió. Emilio iba delante. Detrás iban los niñitos que llevaban los aros. Y detrás de estos, los dos jóvenes de 32 años cada uno y que después de haber estudiado sus profesiones, en la Universidad, se iban a casar. Todo fue muy hermoso, porque los dos jóvenes no tuvieron que gastar nada en flores. ¿Por qué?.......
Sí. Todo había sido muy hermoso, hasta que el cura de la parroquia no quiso que el burrito entrara en la iglesia, porque eso dizque no era normal. Pero, bueeeeeeno, pensó Emilio: ¿Acaso el niño Jesús no dicen que huyó de la persecución de Herodes, montado en un burrito? Aquello que le estaba pasando con el cura era injusto. Sin embargo, lo aceptó y muy triste se fue para su casa. (A todas estas, nunca hemos dicho dónde vivía este burrito. Lo que sí sabemos de él es que.............¿Qué sabemos?.....................
Bueno, ahora sabemos que tenía una casa y que muy triste se fue para ella. Pero como iba acongojado, no veía hacia adelante; solo hacia abajo, como que si estuviera buscando el billete que un personaje de otro cuento que creía que había botado un turista yanqui. Por eso, se perdió. Atravesó una sabana y otra... y otra... y otra... y otra... y otra... sin pensar hacia dónde dirigía sus pasos. En este caminar, y caminar, y caminar, y caminar... se dio cuenta de que un gran burro catire, que parecía americano y que andaba de turista le estaba tomando unas fotos. A este burro americano, la presencia de aquel burrito delicado y a quien vio que echaba algunas bellas flores por el culito, le pareció que no era un burro de verdad. Pensó que era un ángel-burro que se había escapado, posiblemente sin quererlo, del cielo de los burros (Ah... porque los burros también tienen su cielo con todo lo que tiene el cielo de nosotros. Ya sé. Esto ustedes no lo sabían, porque jamás habían leído esta historia y, claro, si yo no la había escrito antes, cómo la iban a leer).
Entonces, después de haber tomado las fotos, haberse acomodado los lentes y colocarse bien el sombrero Stetson, el burro americano quiso comunicarse con el burrito bonito, para saber de él, dónde vivía, qué comía, en fin... tantas cosas que pueden hablarse entre burros. Pero en ese preciso momento se dio cuenta de que no hablaba español y no podría hablar con el ángel-burro. Pero a pesar de todo esto, se decidió y le dijo:
—Hello, my friend. How are you? My name is Ronald. Ronald Mc. Koy. What is your name? (Hola, amigo mío. ¿Cómo estás? Mi nombre es Ronald. Ronald Mc. Koy. ¿Cómo te llamas tú). Emilio no entendió nada y se limitó a verlo entre asombrado y extrañado por aquello que le estaba pasando. ¿De dónde habría salido un burro así de grande? ¿Qué querrá decirme? —Pensó. Pero Ronald (que más adelante diremos que parecía que era buena gente) no se quedó en esas primeras palabras e insistió:
—Are you lost? Heaven is far from here. (¿Estás perdido? El cielo está lejos de aquí)
El burrito lo oyó y le respondió:
—Que si la hacienda es mía. ¿Cuál hacienda?
Claro, Emilio no hablaba inglés y no pudo entender lo que aquel burro grande y catire, que parecía ser buena gente, le estaba diciendo. No obstante, el burro americano que, como ya hemos dicho, creía que aquel burrito se había escapado del cielo de los burros, siguió insistiendo:
—At what time do you have to be back in heaven? (¿A qué hora tienes que estar de vuelta en el cielo?)
—¿Cómo, que si yo mastico tabaco? No. Yo no como ninguna de esas cosas estúpidas que comen muchos burros. Por eso soy como soy.
Entonces el burro americano comprendió que no se entendían, porque hablaban lenguas diferentes. Sin embargo, se metió el casco derecho en un bolsillo y sacó una tarjetica de presentación. Se la dio al burrito y, moviendo muy bien las orejas, hacia la izquierda, hacia la derecha, hacia adelante y hacia atrás, le quiso decir que él vivía en los Estados Unidos, en unas sabanas que quedaban entre Omaha y Saint Louis. Mas, no se detuvo y continuó hablándole: —si algún día quisieras pasar un tiempo, corto o largo, allá, yo estaría a tu orden. Trata de hacerlo. Estando en mi país un año, aprenderás mi lengua y cuando regreses a Venezuela, hablarás inglés y podrás conversar con los turistas americanos. Aprenderás también que esos turistas casi nunca cargan billetes que puedan caérseles. Los dos se rieron durante un largo rato. Luego, se dieron los cascos delanteros y quedaron como amigos.
De mi libro, de reciente aparición, CUENTOS DIFERENTES o DIOSURAS DE NIÑOS.
Comentario
Gracias por disfrutar de un cuento al que le puse muchísimas ganas, debid a que debían leerlo mis nietas americanas. Gracias de nuevo.
Un gusto disfrutar de la lectura de su bello y ameno cuento, mi niña interior no paraba de reír, lo ha disfrutado mucho. Escribí uno llamado Leonardo el Rey de la Selva, pero por supuesto que no hace flores eh? Gracias, un cordial saludo escritor.
Amiga María Beatriz, lectora de tantas cosas mías.Gracias por ese comentario humano, tan valioso como el literario. Casi todo el libro, no solo está dedicado a mis nietas sino también ellas son personajes. Mi hija menor, quien escribe el prólogo, dice que el libro tiene lectores interesados y que esta es una característica especial.
Amigo Chente, gracias por ocupar parte de tiempo para leer, en estas páginas mías. Gracias por tu comentario.
Amiga Teodora, gracias por ese comentario tan positivo y, tal vez, un poco exagerado. Gracias de nuevo.
Un cuento ingenioso y original. Felicitaciones, me ha gustado. Abrazos, Chente.
Un cuento muy tierno propiamente para que los niños entendieran y todavía con la traducción pertinente!
El mensaje del hermoso cuento desde luego está al final. No la tarjeta, LA RISA DE AMBOS lo que nos devuelve a aquel principio que la SONRISA ES EL MEJOR IDIOMA QUE TODOS ENTENDEMOS!!
Muchas gracias Sr. Gonzaga por compartir este espectacular cuento con culturales referencias, el burrito de Aquiles Nozoa (quien fuera algo así como Voltaire) Ramón Jimenez, Rosseau; y hasta el burrito de Jesús incluyendo a Herodes.
Mis reconocimientos ilustre señor!!
Hermoso que un señor mayor dedique tiempo a sus nietos y todavía contándoles SUS cuentos. ¡Mas reconocimientos!
Mis saludos cordiales, muchas gracias
DESTACADO
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