DERMIS DE DIOS
Después de andar perdida siglos, rebuscando, encontré la piel de
envoltura frágil, me adentré en ella deseando convertirme en un ser
incapaz de sufrir y de gozar.
De cada grieta surgía la conciencia de
estar en la presencia de un todo infinito que daba nombre a mi
existencia a cambio de pertenecerle en la esencia del placer y del
dolor.
Rebusqué todo lo que quise y pude sin encontrar respuestas
lógicas. Suspiré rendida ante la eternidad, grabé mis deseos puros, y entre lágrimas y risas, le hice la batalla a la vida orgánica, y
habité entre ella con el deseo de reconocerme alma y cuerpo en lo más profundo de este ser envuelto en la dermis de Dios.
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