KYRA en una de nuestras caminatas

Los días empiezan temprano, Kyra atenta a los cambios hace lo imposible para llamar mi atención, recordando que la hora de nuestra caminata matinal ha llegado.

Se planta como soldado frente a la puerta que da al jardín, su mirada no abandona la correa colgada, es obvio, sin ella no es posible salir, y allí espera el ritual obligatorio.

La brisa mañanera nos da la bienvenida, se asemeja a caricia de madre, como diciendo: - Buenos días, los esperaba-

 

Salimos, atravesamos los escasos metros hasta la salida del barrio; los requisitos aprendidos se cumplen al pie de la letra: pasando el portón, ella se detiene, toma asiento y espera, procedo a desenganchar la correa, comienzo a caminar, unos diez metros y doy la orden pactada ¡Vamos!

 

Al igual que un bólido, parte en carrera desesperada, como si de ello dependiera su función en la vida, libertad, la dulce sensación domina, así lo creo, todo su pequeño cerebro, correr, sentirse dueña de sus actos, !que alegría!

 

La estación primaveral expandida a sus anchas, la colina manchada de colores a cual más brillante, florecillas amarillas como soles, verdes esperanzas, las hay lilas como perlitas, rojas enamoradas, azules semejantes al cielo, los ojos disfrutan ante el escenario preparado para gozar.

 

Kyra olfatea rozando, como apreciando, cada hoja y pétalo que se topa en su caminata apresurada, el tiempo apremia y duda de perder algún aroma.

Camino tras ella, sigo su marcha, el sol aún en pañales empieza a bostezar, sus largas extremidades llegan alumbrando cada rincón, todos los artistas terrenales ofrecen su rostro hacia él, nadie se atreve a decir ausente.

 

Al poco tiempo llegamos a la cima, una planicie alfombrada de naturaleza se extiende bajo nuestros pies. Aquí, la corrida de Kyra toma un ritmo distinto, más pausado, analiza toda huella, no deja rastro sin observar y estudiar, es imprescindible conocer qué animalito anduvo rondando por allí, sus genes impiden no efectuar tal reconocimiento del terreno.

Llegamos al grupito de olivos; la roca alargada, parecida a una isla en medio de un mar de matorrales, nos esta esperando, Kyra, se detiene, torna su cabeza hacia mí, como preguntando -Aquí hacemos el descanso, ¿Cierto?- Aunque ya sabe la respuesta, la repito: -Sentarse Kyra, ¡sentarse!

 

Los instantes más bellos de la caminata. Frente a nosotros las otras colinas, vecinas de la nuestra, nos saludan llenas de cortesía. El valle que se abre entre ellas muestra un verdadero río de verde obscuro, los bajos árboles tapizan las laderas salpicadas de cientos de silvestres exponentes de variados colores, las flores en su apogeo bailan la danza del día.

 

No creo que la sensación de plenitud que este cuadro natural, que cada mañana tenemos la suerte de presenciar sea posible superar.

 

-Vamos Kyra, tenemos que volver a casa, mañana volveremos, te prometo, ¡vamos!

 

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Nota del Autor:

Este relato es un recuerdo a mi querida KYRA, compañera infalible de mis caminatas, hasta que un día decidió salir sola en su última caminata.

 

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*Registrado/Safecreative N°1003275848369

 

*Imagen propia

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Comentario

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PLUMA CORAL
Comentario de Donald el octubre 4, 2020 a las 2:06pm

Bello relato, con esa calidad literaria que tu posee por naturaleza. Shalom amigazo. Donald

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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