Entre pesadas soledades,
deambulan mis desiertas alegrías,
buscando asideros,
entre las aristas de mi abandonada alma,
de alguna ajada caricia,
para no sucumbir de sosegada melancolía.
Sitiado por una eterna espera,
donde el amor es sólo una quimera,
caen mi pasos,
sobre un jardín marchito,
mientras percibo al mundo inerte,
como si se hubiera extinguido la vida
y sólo fuesen mis cansados pasos,
el solitario sonido de mi propia muerte.
Mis labios secos,
no se topan con el manantial
de otros húmedos besos,
mientras imploro al inclemente tiempo,
tan solo cinco gotitas de amor,
para no sentirme ausente.
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