SERIOS CHOQUES CULTURALES GRABADOS PARA SIEMPRE EN MI MEMORIA
A lo largo de mi vida por diferentes razones me he tenido que acostumbrar a culturas muy diferentes a la mía. He podido constatar las diferencias del sentido del humor de los países nórdicos, en países aislados por cordilleras y en la cultura caribeña tropical a la que pertenezco.
Mientras estudiaba en Londres noté con mucha confusión que las bromas que causaban risas a carcajadas se producían cuando un profesor hacía comentarios sarcásticos de otro profesor o algún estudiante. El sarcasmo no es muy usado en el Caribe para provocar risas, sino todo lo contrario, coraje e indignación. Confieso que me costó controlar mi indignación y acostumbrarme a esas risas de mis compañeros en Queen Elizabeth College en Londres.
La vida me llevó a Japón. Allí los choques culturales que viví en Tokio fueron muy fuertes. Me costó choques emocionales ver como los empresarios compraban revistas sumamente pornográficas en máquinas de ventas en las estaciones del tren y luego se sentaban a leerlas sin ningún pudor en la trayectoria hasta sus trabajos.
En una ocasión me tuve que sentar al lado de un caballero muy elegantemente vestido el cual me dio un saludo muy amable mientras contemplaba en la página central de una revista a una mujer totalmente desnuda con las piernas bien abiertas. Eso jamás se vería en mi Puerto Rico querido, o en la cultura latinoamericana.
A los pellizcos en las nalgas tuve que acostumbrarme en Italia, pues en ese país ese acto es el equivalente a un piropo. Aparentemente mis caderas les atraían como la miel de un panal. También tuve que aceptar como normal ver a un ciudadano italiano sacarse su miembro o joya de la familia, en cualquier esquina, y orinar tranquilamente. Uffff , acá en el Caribe serían arrestados por depravación pública.
Al pasearme por los pasillos de los mercados o bazares en Turquía se me hacía muy difícil no mirar a los hombres, por muy guapos que fueran. Soy muy curiosa al natural, así que mi roommate de Gainesville, Mihriban, cuando la visité en Estambul, me había seriamente indicado jamás mirar a los ojos a un hombre turco. Eso es considerado una perversión en una mujer. Mirarles a los ojos es una muestra de descaro.
Así es que tuve que ir adaptándome a situaciones que jamás soñé, pero aprendí de esas culturas mucho, y me fueron dando una manera de entender la vida sin fronteras, ampliar mi sentido de tolerancia y sobre todo, entender y aceptar la diversidad, lo que es signo de madurez intelectual y espiritual.
Aprendí que lo que es alago para unos es insulto para otros, aprendí que una broma sana para unos es un disgusto para otros, y la curiosidad natural de unos puede ser causa de muerte para otros.
Amigas y amigos de OME, agradezco a la vida haberme dado alas para llegar a lugares remotos, pero dejarme en el alma las raíces de mi Isla muy fuertes en el corazón.
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