Canibalismo.

 

El pez grande se come al chico y en algunas ocasiones el pez chico le tira la mordida al grande, y se lo come también. Increíblemente, a veces esos pequeños pececillos que se sueñan tiburones muerden con feroces y afilados dientes.
Cuando los miras, lucen bellos y llamativos colores.

Te atraen con su brilloso señuelo. Nadan en estos mares literarios con caritas de bondad y te saludan con sus aletitas. Los miras emocionados de recibirte y caes ante el embrujo de la belleza de sus letras y bienvenidas.
Pero ahí, justo atrás de la bondad y de la sonrisa, muchas veces se esconden deseos mal sanos, traiciones, hipocresías, envidias y vanidades. Como pez globo se hinchan por el ego.
Si te dejas, te comen a mordiditas, o con una sola, pero no dejan nada de ti, ni hueso ni espina.
Este mar de letras, que debería de estar lleno de amor y compañerismo, en el que los buenos sentimientos del alma y del corazón deberían ser de aguas claras y llenas de vida, es a veces lodazal donde las vanidades y los egos de algunos salen a flote… pero muy sucios.
Somos nosotros los que queremos cambiar al mundo a través de las palabras, de los versos y de las rimas. Declaramos la guerra a las injusticias y levantamos la voz por los que no pueden hacerlo por sí mismos. Pero si nos sentamos solos en la cima del mundo y gritamos con toda la fuerza del alma nadie escuchara porque, ¿de que sirve estar en la cumbre si se está solo?
Necesitamos hacer una cadena de hermandad, extender nuestros brazos y abrazarnos con fuerza y con cariño. Entregar amor y recibirlo, expandirlo y decretarlo. ¿O no es eso lo que deseamos con tantas ansias?
Nos convertimos en caníbales para estar solos y sin competencias.
Necesitamos hacer una cadena de hermandad, extender nuestros brazos y abrazarnos con unión y libertad.
No separemos nuestros mares si en ellos las gotas de la amistad son las que los hacen grandes y profundos.
Dejemos de destruirnos entre mismos hermanos de letras, escribamos con el corazón, cultivando la mente de poesía, edifiquemos belleza y armonía a cada palabra, para que con nuestras obras logremos crear un coro de voces eternas que nunca se apagan...
Dejemos de ser caníbales… seamos amigos, hermanos de sangre virtual, amando la poesía compartiendo en paz.

 

Carlos Eduardo Lamas Cardoso.
Derechos reservados.

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