La vieja dicha del viajero aparece,
desnuda,
como una flor de espino
mientras el coche ingresa en la ciudad
entre borrosos pormenores…
Liana silvestre vertiendo
la falsa simiente de las vainas,
la tierra eyaculada,
el sol y su mortaja blanquecina,
helechos húmedos,
raídos sin piedad,
prensados como espinas de pescado,
y la hierba de la cuneta hachada
y emplumada por la escarcha,
por todas partes desperdicios,
vertidos bien visibles
en esta aparición descolorida.
La Tierra eyaculando, dando a luz muchos árboles silvestres, pese a que sea Invierno.
No le importa la estación, ni el frío que cala
hasta los huesos, la nutricia Tierra entrega sus
frutos a los seres humanos aunque nosotros nada hagamos por cuidarlos y nos dediquemos al
descuido, al garete, o a destruír o simplemente
a no hacer nada por impedir la tala inmoderada.
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