...Sí, eran vaporosos tus sudores:
los latidos más ocultos fueron desnudos
rasgados del pelo a los pies…del apetito al libamen carnal.
¡Oh, como un cielo abierto en el crisol de los relámpagos,
y mi boca ardiente así quedó de sed, como quien siente
comezón de bibijaguas tras los besos fluviales tuyos!
Aquella tarde en el río éramos espíritus difuntos:
las flores? …ausentes!
mudo el río!
el cielo sin nubes!
las aves huidizas!
el astro rey incompetente…a punto de cedernos el trono!
ya nada era visto!
tan vacío el mundo era!
como a conceder plenitud [...............]
almas magas éramos: capaces de ocultar la natura
y la sangre en su espacio arrebolar.
Ni el tallo más duro al frenético gozo sus jugos tibios
negar pudo…
lo vimos partirse cual bellota en púrpuras miles
y fue el surtidor que colmó nuestras vidas.
Y como niña primitiva resucité silvestre
entre amables verdes floridos!
Ahora que mi cuerpo hermosea visible de fragancia
¿Por qué no tornas a mi cabaña de puros fuegos vestales?
Que tus manos vuelvan como nácar a la roca acariciar,
y tus labios de rocío a impregnar mi pecho se pronuncien.
¡Y avaro sea el amor!
¡Qué renuncien las flores! ¡Qué calle el río!
¡Oh, amor en carne…si te vas, qué vergüenza!
Las flores no tornarían
el río callaría para siempre
ni el Sol milagroso así besaría. Sí! heme, silvestre de amor!
Mariluz Reyes
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