A su merced.
No es mi intención importunaros y excluiros
del candil que destella en vuestro rostro,
ni que abandonéis la pluma que os mantiene absorto
en tan bellos manuscritos.
Esta misiva la habéis inspirado
en los anocheceres deslizados
en donde gentilmente me hacéis gozar
de vuestra figura, gracia y gallardía.
No deseando que perezcan
por la mano de aquel ajado y clandestino malandrín,
que llega a mí cada noche,
en dónde noto tan viva vuestra ausencia.
¡Oh Señor de mis ensueños olvidados!
trovador de insignes aventuras,
cabalgáis sobre vuestro fino corcel
marchito por las huestes eternas.
Gallardo y valeroso guerrero de
cruzadas y luchas eternas.
Habéis alcanzado la gloria
en dominios extranjeros.
La doncella que os escribe ruega y reza,
anhelante, por vuestro pronto regreso.
Perpetuaran apartadas las tranqueras
de vuestra morada que os ennoblece y señorea.
¡Oh Señor regresad a mis brazos!
quedaros recogido en este pecho
que no vive
por vuestra eterna ausencia.
Cecill Scott.
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