LO QUE HA DE VENIR
Desde lo alto de la montaña se percibía una gran oscuridad.
Y debajo se veía a los hombres, mujeres y niños de la Tierra despavoridos de miedo, porque el planeta temblaba como una hoja movida por el viento y el mar comenzaba a bullir como el agua hirviendo en el interior de una olla.
Sus gritos de terror subían al cielo. Toda criatura convertida en una fiera huía, buscaba abrigo y no encontraba fuerzas ni equilibrio, yaciendo inexorablemente expuesta al fin.
Todos buscaban refugio en los montes, pero no podrían tener tal esperanza.
Y sucedió que el mar se agitaba cada vez más fuerte y la tierra se separaba de la tierra, caminaba en el mar, semejante a una paja movida por el furioso viento. Las aguas entraban sobre las tierras y muchas de ellas permanecían sumergidas dejando un gran vacío. Después, nuevamente se veían y luego se dejaban de ver con cuantas cosas llevaban en su regazo. Casas, templos, seres humanos, animales, grandes bosques y cuanto existía perecía miserablemente.
Luego, las montañas se desplazaron a tanta distancia, que pareciese fueran remolinos de agua. Unas surgían de la profundidad del mar y otras desaparecían para siempre.
Los grandes océanos, empujados y reempujados, saltaban sobre la tierra como un malabarista, mientras se sentían vagar en el espacio gemidos de aguda desesperación, y después nada.
Así será el final de esta séptima Generación.
DESDE EL CIELO A LA TIERRA
José García Álvarez
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