Una lágrima en la oscuridad
(relato breve) Por Hugo E. Leguizamón
Pocas veces en mi vida conté lo que voy a revelarte. Sucede que a mis ocasionales interlocutores no les produjo nada especial esta historia. El resultado era la indiferencia o un insustancial: -¡Y bueno!..que se le va a hacer- Pero eso es lo menos importante…
Paso a narrar. Hace bastante tiempo era yo una adolescente de dieciséis años. Salvo que no lucía muy agraciada como otras de mi edad, tenía la impronta común de las jóvenes de aquella época. Sería por lo anterior que los chicos no me miraban y preferían a mis amigas. Pero cierta vez, en un cumpleaños de una de ellas, un jovencito se acercó a mi en medio de la reunión. Juancito, de quien hablo, era dos años mayor que yo y pronto simpatizamos. Vivíamos en barrios cercanos y de inmediato comenzamos una amistad que pintaba para algo mas serio. Él venía a buscarme algunas tardes para salir a caminar. A veces, nos sentábamos en el umbral de mi casa y permanecíamos en silencio por largos minutos. Otras, me invitaba al cine o a tomar un helado. Todo estaba enmarcado por el respeto y una conmovedora transparencia que por entonces yo era incapaz de comprender. Hasta que un día, por motivos que no supe, él se marchó repentinamente de la vecindad. Pese a mis limitaciones intenté averiguar su paradero pero todo fue en vano. De su parte, y que yo estuviera enterada, tampoco hubo ningún atisbo de reencuentro. Lo cierto, es que jamás volvimos a vernos.
Transcurrió el tiempo y las cosas continuaron por variados caminos, lo cual, casi me llevó a olvidarlo por completo. Me recibí de maestra. Luego me casé y mas tarde llegaron los hijos.
Cierta oportunidad, regresando de la escuela, por azar me encontré en el tren con una vieja compañera de estudios que desde hacía mucho había perdido de vista. En el viaje charlamos de todo, y como era lógico, de nuestro pasado juvenil. De pronto se puso seria y me dijo: -¿Sabías que Juancito había muerto no?...Quedé estática, sin pronunciar palabra. Ella advirtió mi turbación y cambiando el tono de vos prosiguió -¡Oh cuánto lo lamento!..Y haciendo una pausa agregó -Te acuerdas?, él se fue del barrio casi en la misma fecha que yo. A los pocos meses supe que estaba muy enfermo y que había muerto en Córdoba donde se había trasladado con su familia…yo quise avisarte pero me resultó imposible. De veras lo siento Haydee.
Al cabo de esa inesperada y triste noticia y casi sin darme cuenta, me despedí aturdida y bajé del tren rumbo a mi casa. En el trayecto, fui gestando una pena que nunca hubiera imaginado. Al reencontrarme con los míos, aquel sentimiento parecía haberse disipado; pero esa noche mientras me dormía no pude evitar el recuerdo de su persona. Me asaltaron imágenes que creía olvidadas, como las de una primavera en los Rosedales, cuando sentado junto a mi noté que le temblaban las manos y que me miraba de un modo distinto. Enseguida, comprendí que estaba a punto de besarme pero que le costaba decidirse, hasta que en un impulso acercó su boca y en el último instante la desvió dejándome un beso en la frente. Quedé tan confundida en aquel momento que no supe si agradecer o reprocharle su actitud. Así, con aquella evocación me venció el sueño. Al otro día, la rutina del trabajo volvió echar distancias sobre el ayer.
Luego pasó el tiempo. La situación con mi marido fue deteriorándose a causa de sus maltratos y borracheras. Mis hijos se hicieron grandes y emigraron del hogar. Finalmente me separé porque ya no soportaba convivir con alguien que era poco menos que un extraño. Ahora, a mis 79 años, sola y recluida en un geriátrico con diagnostico de demencia senil, me pregunto qué significan cordura y lucidez para determinada gente. Me pregunto cómo encajan las emociones mas hondas y sublimes en este mundo voraz y despiadado, donde el interés, las apariencias y el egoísmo son sus atributos mas visibles. ¿Será que los locos de alguna manera procuramos evadirnos de esa realidad? ¿Será que buscamos en una región inasible aquellas cosas que se truncaron o no pudieron ser? Te confieso que a menudo, cuando se apagan las luces del asilo y mi cuarto queda en penumbras, suelo memorar mis años felices; y a pesar de todo lo transcurrido, de tantas escenas y rostros e innumerables pasajes por los que anduvo mi vida, aunque parezca pueril o fuera de lugar, siempre recuerdo a Juancito y sus ojos marrones de mirada tan pura; y aquel tímido beso depositado en mi frente que abrió un surco imborrable en mi corazón. Es entonces, cuando descubro que una lágrima ha corrido por mis mejillas en medio de la oscuridad…
Luego de escuchar y transcribir con la mayor objetividad el relato de Haydee, solo puedo agregar a su última frase: “lagrima, que además de la oscuridad, también ha corrido por los senderos del tiempo, hasta que un día, inevitablemente, se hará olvido”
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Un relato hermoso lleno de ternura .FELICITACIONES
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