Por Héctor José Corredor Cuervo
Eran cuatro los malvados
que residencia violaron
en un conjunto cerrado
con rejas como de cárcel,
con portero y vigilantes
por los dueños contratados
a una empresa respetable
donde estudian al detalle
el ingreso de los guardias.
Eran cuatro los ladrones
hasta los dientes armados
los que rompieron la reja.
los vidrios en el tejado,
finas puertas de madera
con cristal esmerilado,
donde vive el gran poeta
y amigo más estimado
con incomparable esposa
que tan solo amor le ha dado.
Eran cuatro saqueadores
los que rompieron colchones,
almohadas y acolchados
buscando los medallones
y los objetos preciados
para llevar en camiones
con antelación parqueados
en centro de transacciones
con los espías pagados.
Eran cuatro los hampones
los que a Sonia encañonaron
para lograr el escape
al sentirse acorralados
llevando las finas joyas,
los dineros ahorrados
y artículos estimados
que ya habían retirado
sin poder llevar enceres
y los bultos preparados
en sabanas y en maletas
cual trasteo organizado.
Atrás lo dejaron todo,
cual nido despedazado,
ante sorpresa de muchos
amigos del vecindario,
quedando solo preguntas
en medio del comentario:
¿ Donde estaban vigilantes
a quienes se paga a diario?
¿Porqué sabían las horas
en que no estaba habitado?
¿Por donde sacaban todo
si las maletas y bultos
que ya habían alistado
no cabían por el hueco
por donde habían entrado?
¿No sería que a los guardias
ya los habían comprado?
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