Era Navidad y el pueblo estaba lleno de alegría y expectación. Todos se preparaban para celebrar la llegada del niño Jesús y para compartir con sus seres queridos.
Había una pequeña casita en el bosque, a las afueras del pueblo, donde vivía una anciana solitaria. La anciana se llamaba María y era muy buena y amable, pero vivía sola desde hacía muchos años, y a veces se sentía muy triste.
María no tenía muchos recursos y solo podía permitirse una vela para iluminar su casita durante la noche. Pero eso no le importaba, porque ella sabía que la Navidad no era solo una fiesta de luces y regalos, sino también una ocasión para compartir y para dar a los demás.
Un día, mientras María estaba en el bosque recogiendo leña, se encontró con un grupo de pastores que buscaban un lugar para pasar la noche. María les invitó a entrar en su casita y les ofreció un poco de pan y queso para cenar. Los pastores estaban muy agradecidos y le preguntaron si quería que le cantaran alguna canción navideña.
María aceptó encantada y los pastores le cantaron una dulce canción sobre el niño Jesús que nació en un pesebre. María se emocionó mucho y les dijo que ella también quería cantar una canción. Así que sacó su viejo acordeón y empezó a tocar una canción que había aprendido de niña
©Natuka Navarro
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