EL GATOPARDO / Luchino Visconti, 1963

EL GATOPARDO (1963), es el film de Luchino Visconti que anticipa la línea plástica de sus obras cinematográficas: La muerte en Venecia (1971) y El inocente (1976), entre otras, donde la historia se relata en cuadros que parecen inmóviles en la narración. Las escenas están envueltas en un ambiente onírico.

El film está basado en la novela homónima del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

Desde el inicio de la historia se aprecia esta visión en cuadros de la narración, en la larga escena del rezo de la familia Salina en Sicilia, que se desarrolla durante la época de la unificación de Italia iniciada en la década de 1860.

El príncipe Fabrizio, de la casa de los Salina, principal protagonista de la obra, presenciará imperturbable, escéptico incluso, el derrumbe de este mundo que conocía, destinado desde hacía tiempo a desaparecer, aunque fuera para dejar paso a otro igual. En el marco de la guerra de Unificación Italiana, con el desembarco de Garibaldi en Sicilia, después de la victoria de Victor Manuel II de Cerdeña contra el Imperio de Austria, presenciamos, a través de los ojos del príncipe, el punto de inflexión histórica determinado por la caída de la antigua aristocracia y el ascenso de la burguesía con el énfasis republicano.

La presentación cinematográfica coincide en muchas de sus partes con el texto de la novela. Se da un ritmo lento, como si la cámara estuviese fija en los personajes que entran en el cuadro. El autor de la novela, Lampedusa, lo expresó en estos términos: “La modulación del tiempo es la calidad principal de cualquier gran novelista o poeta épico”, y la obra de Visconti se ciñe estrictamente a esta idea.

El tema es el conflicto entre dos poderes: el de la tradición que representa el Príncipe Salina y su familia, y el resurgimiento de una nueva ideología política. El pesimismo del Príncipe acerca de su país estancado, donde todo está igual a lo largo de la existencia del pueblo siciliano, fue criticado por algunos escritores italianos. El film retrata este pesimismo en la persona del Príncipe Salina (Burt Lancaster), que envejece siguiendo las mismas costumbres y va percatándose de la inutilidad de soñar con cambios.

Junto a la inmovilidad del tiempo vivido por los personajes, se ofrece la realidad del enfrentamiento con quienes han luchado por cambiar lo que no puede cambiarse.

Al Príncipe de Salina le ofrecen formar parte del Senado italiano. Declina la invitación, a pesar de considerar un honor que le hayan propuesto un nombramiento tan importante. Para justificar su decisión, argumenta una interesante disección de la naturaleza de los sicilianos.

“En Sicilia no importa hacer mal o bien. El pecado que nosotros los sicilianos no perdonamos nunca es simplemente el de hacer. Somos viejos, Chevaley, muy viejos. Hace por lo menos veinticinco siglos que llevamos sobre los hombros el peso de magníficas civilizaciones heterogéneas, todas venidas de fuera, ninguna germinada entre nosotros, ninguna con la que nosotros hayamos entonado. Somos blancos como lo es usted, Chevalley, y como la reina de Inglaterra; sin embargo, desde hace dos mil quinientos años somos colonia. No lo digo lamentándome, la culpa es nuestra. Pero estamos cansados y también vacíos”.

“El sueño, querido Chevalley, el sueño es lo que los sicilianos quieren, ellos odiarán siempre a quien los quiera despertar, aunque sea para ofrecerles los más hermosos regalos...Todas las manifestaciones sicilianas son manifestaciones oníricas, hasta las más violentas; nuestra sensualidad es deseo de olvido, los tiros y las cuchilladas, deseo de muerte, deseo de inmovilidad voluptuosa, es decir, también la muerte, nuestra pereza, nuestros sorbetes de escorzonera y de canela. Nuestro aspecto pensativo es el de la nada que quiere escrutar los enigmas del nirvana. De esto proviene el poder que tienen entre nosotros ciertas personas, los que están semi despiertos; de ahí el famoso retraso de un siglo de las manifestaciones artísticas e intelectuales sicilianas; las novedades nos atraen solo cuando están muertas, incapaces de dar lugar a corrientes vitales; de ello el increíble fenómeno de la formación actual de mitos que serían venerables si fueran antiguos de verdad, pero que no son otra cosa que siniestras tentativas de encerrarse en un pasado que nos atrae solamente porque está muerto”.

“Los sicilianos no querrán nunca mejorar por la sencilla razón de que creen que son perfectos. Su vanidad es más fuerte que su miseria. Cada intromisión, si es de extranjeros, por su origen; si es de sicilianos, por independencia de espíritu, trastorna su delirio de perfección lograda, corre el peligro de turbar su complacida espera de la nada. Atropellados por una docena de pueblos diferentes, creen tener un pasado imperial que les da derecho a suntuosos funerales”.

Al lado del poder político están el amor y la pasión.

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Angélica Sedára (Claudia Cardinale) es la prometida del joven Tancredi (Alain Delon), sobrino protegido del Príncipe y revolucionario por conveniencia. El padre de Angélica es don Calógero, un arribista de la isla y dueño de gran riqueza, uno de esos plebeyos que buscan realizar el sueño burgués de tomar los privilegios de la aristocracia.

El palacio de los Salina en Donnafugata es el lugar de descanso de la familia. Este lugar había sido desde hacía mucho tiempo el refugio de los placeres del siglo XVIII, entronizados por el Marqués de Sade y Choderlos de Laclos, y hasta Casanova.

El Príncipe de Salina siente también la atracción sensual por Angélica, y en el encuentro inicial de la entrada de Angélica al salón de palacio del Príncipe en Donnafugata, se entabla entre ellos la seducción. Ya el Príncipe es un hombre viejo o cercano a la decadencia de la vejez, pero siente todavía pasión y la dedica a una joven amante que tiene en el pueblo.

Angélica es el descubrimiento de otra visión del amor del Príncipe, y es ella su refugio contra el tiempo.

Un clima erótico rodea a los prometidos Tancredi y Angélica cuando en una carrera entre escondrijos recorren las habitaciones del palacio. La novia se ofreció al pretendiente como la promesa de una novicia.

Esta parte de la historia tiene lugar en el pueblo de Donnafugatta, adonde los Salina van a ocultarse del peligro de guerra con la llegada de Garibaldi a la isla. Es aquí donde se concentra la historia pasional entre Trancredi y Angélica, con la presencia adolorida del Príncipe de Salina.

Una escena central de la pieza cinematográfica es la del baile con música de Guiseppe Verdi, un valse inédito para esa época. Es como el lento discurrir del tiempo histórico de la película. Bailan una vez el Príncipe y Angélica el extenso valse, para que intercambien su mutua atracción. Se repite incansablemente la música y todos bailan en una aparente alegría, hasta que el Príncipe Salina se retira a un salón a contemplar su propia muerte en una pintura expuesta en la sala donde se había refugiado: una copia de “La muerte del justo”, de Jean Baptiste Greuze. Allí, entre el oro y la belleza del palacio Ponteleone, el Príncipe de Salina advierte su decadencia. Ni Tancredi ni Angélica han tomado en cuenta el cuadro que representa la muerte; ellos son jóvenes y para la juventud el conocimiento de la muerte es puramente intelectual, un hecho cultural.

Allí comienza el camino hacia la muerte del Príncipe, al retirarse de la fiesta e ir a pie por las solitarias calles. Se escuchan a distancia los disparos de los soldados que fusilan a los desertores u oponentes, y el Príncipe se topa en su camino con los sacerdotes que llevan el viático a un moribundo. Se pone de rodillas y llora su inútil vida mientras pide a la divinidad una cita menos efímera.

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Esta obra es una hermosa película con los signos característicos de las creaciones de Luchino Visconti.

Una elegía a la vida y el amor, y la coda triste de la sinfonía de toda existencia humana.

 

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Respuestas a esta discusión

"Esta obra es una hermosa película con los signos característicos de las creaciones de Luchino Visconti.

Una elegía a la vida y el amor, y la coda triste de la sinfonía de toda existencia humana."

Coincido totalmente. Y ese Delon que era nuestro Delon.

Gracias, Alejo.

Vilma Lilia

Gracias, amiga mía, por este breve y preciso análisis del momento final de la película, hasta que llega la despedida de Fabrizio al ponerse de rodillas ante el paso del viático al moribundo.

Es una obra gloriosa digna de Visconti.

Un abrazo.

Alejo

El cine de Visconti es singular, único y coleccionable para los cinéfilos profesionales; esta reseña que haces mi admirado amigo Alejo demuestra tus dotes de profesional en el arte de ver y reseñar cine. La lentitud del cine de visconti llega su climax, como muy bien dices, cuando la pareja central protagonista de la cinta, Tancredi y Angélica bailan el vals de Verdi, que bien apuntas era una novedad en esa época. En fin también tu reseña, querido Alejo, es para coleccionarse porque su corte es impecable desde cualquier ángulo que uno se coloque para analizarla además de que, es un gozo, para quienes ya conocemos la película, como fue mi caso, o una real invitación -yo diría provocación- para quienes no la conocen todavía.

Cumples de modo elevado con esa misión del reseñista profesional con amplio decoro.

¡Felicitaciones!

Extraordinaria presentación de un filme también extraordinario e importante por la sindéresis existente entre la película y la obra de Lampedusa. Mis congratulaciones.

Un film que hizo historia y sirvió de referencia social y política. La presentación de Alejo es motivadora y exacta

Gracias

Ernesto

CÓMO ME ACORDÉ DE MI JUVENTUD, CUANDO ÍBAMOS AL CINE "EN BARRA", A LA SALIDA DE LA FACULTAD Y DESPUÉS DESDE EL DIARIO. Y TAMBIÉN DEL CAFECITO A LA SALIDA CON LA CONCEBIDAS CRÍTICAS DE LA PELÍCULA. VISCONTI NOS FASCINABA. CASI LO LEÍAMOS EN ESA BUTACA BORDÓ QUE CUIDABA NUESTRA CÓMODA ESTANCIA. ME ENCANTÓ TU CRÓNICA, ALEJO. PARA MÍ, CON SABOR A NOSTALGIA.

VILMA LILIA

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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