MI GUÍA TURISTICA EN SHANGHAI
Era flaco, muy flaco, pero su alma fuerte, su mirada brillante y sus dientes un verdadero desastre por falta de higiene dental. Desde que lo vi al llegar a Shanghái, en el lobby del Hotel, y supe que sería nuestro guía por aquella inmensa ciudad me dije a mi misma, waooo, esto sí que será interesante.
Me maravilló su español con un acento sutil. Era obvio que no podía pronunciar las erres, pero su rostro era tan afable que conquistó mi corazón. Cada día nos ofrecía experiencias nuevas de esas que no están incluidas en el itinerario de la oficina de turismo nacional.
No creo que la Nación China deseara que visitáramos una familia en una cueva en las afueras de la ciudad, sin agua potable, y mucho menos sin un servicio sanitario razonablemente higiénico. Pues una tarde nos invitó a conocer su familia, el padre nos recibió con una inmensa sonrisa sin dientes, y nos invitó a pasar a lo que se podía considerar la sala, que a la vez era dormitorio y comedor, el piso de tierra prensada con alfombra de paja y algunos tapetes bordados con dragones descoloridos que nos invitaban a sentarnos al suelo con sus enormes ojos abiertos al cielo.
Nos mostró la maravilla de una bomba de agua que su hijo le acababa de comprar. Ya no tendría que buscar agua a un pozo distante de su hogar. No sabíamos de qué conversar, pero el anciano si quería mostrarnos cuanto había mejorado su vida desde que su hijo consiguió ese trabajo de guía turística y lo enviaron a una escuela para aprender español. Eso había sido una bendición de los dioses.
Una tarde en que completamos el recorrido programado, el guía nos ofreció llevarnos a una casa de masajes corporales. Aceptamos ir. Para llegar al lugar tuvimos que cruzar un vecindario que espantaba al más valiente. Sin ninguna reserva nos pidió que lo siguiéramos. Entramos a un edificio muy deteriorado, pero en el interior era una maravilla con muchos cuartitos decorados con colores brillantes e imágenes orientales, y en cada cuartito varias jovencitas masajistas.
Una chinita me tomó de la mano, y por señas entendí que me acostara en una camilla en el centro del cuartito donde me llevó. Otra chinita trajo un recipiente vacío y con cuidado me removió los zapatos y acomodó mis pies en el recipiente, otra chinita trajo un envase con agua tibia y la vertió con mucho cuidado sobre mis pies, y con suma delicadeza comenzó a darle masaje a mis deditos, siguió por las piernas, luego se movió a un banquito a mi espalda y con círculos firmes de su dedo pulgar fue dándome masaje en la frente, luego en la nuca, los hombros y la espalda.
No sé cuánto tiempo estuve en ese cuartito de masajes celestiales, lo que sí sé es que aún recuerdo aquel dichoso masaje que me dejó en una catarsis infinita, y lo mejor fue que solamente me costó el equivalente de cinco dólares. Volvería a Shanghai solo por darme otro masajito como aquel.
Terminada mi semana en Shanghai les confieso que mi corazón estaba prendido de la amabilidad de nuestro guía, y de haber sido posible me lo hubiera traído conmigo a Puerto Rico. No sé qué haría con él por estos lares, pero de seguro lo ponía a engordar con mucho amor.
Carmen Amaralis Vega Olivencia
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Los chinos tienen fama de muy buenos masajistas...forma parte de su cultura
Un gusto leer tu relato
Cierto amiga Gloria, fue mágico, bendiciones, gracias por tu lectura y palabras, bendiciones, Amaralis
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