Soy Ernesto Kahan, tengo 84 años. Soy médico, poeta y, por encima de todo, habitante de la Tierra.
Me llegan cientos de mensajes: de solidaridad, de ruegos por la salud de mi familia y del pueblo que, en estos momentos, sufre el horror de la guerra. Me piden que hable, que grabe un mensaje para los movimientos de paz. y que no me olvide de mencionar mis premios de paz.
No voy a mencionar nombres ni premios. Es irrelevante. El único galardón que importa es la paz. Y el mayor reconocimiento es la armonía entre todos los seres humanos y con la naturaleza.
Este mensaje es para todos. Absolutamente todos. Porque todos somos uno, y cada uno debe sentirse parte de todos. Por eso pido que todos se sientan destinatarios de este menaje con amor y humildad.
Desde el refugio anti misiles en mi casa, entre alarmas y explosiones de misiles que caen sobre nuestras cabezas, levanto mi voz para decir: aprovechemos esta crisis dramática para reflexionar.
Reflexionemos sobre el valor sagrado de la vida, sobre el amor que une, sobre la amistad entre los pueblos, sobre la salud, la educación, la democracia...
Defendamos juntos el derecho a vivir en paz. La sonrisa de un niño. El abrazo entre hermanos. La palabra justa.
En nombre de mi esposa, mis hijos, mis nietos, mis compañeros y amigos. En nombre del trabajo honesto y del respeto humano. En nombre de mi pueblo y de todos los pueblos, de sus lenguas, culturas, creencias e ideas. Pido: Unámonos. Que la unidad nos salve. Que la dignidad nos guíe. Y que la paz sea nuestro único destino.
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Querido Ernesto,
Tus palabras son un faro en medio del estruendo. Eres médico del cuerpo y del alma, y tus 84 años no son cifra: son raíz, son altura, son abrazo extendido a toda la humanidad.
Desde ese refugio donde resistes con amor y claridad, tu mensaje no es solo una súplica: es un canto valiente, una declaración de pertenencia universal. Has elegido hablar no desde el reconocimiento personal, sino desde la humildad colectiva. Y eso te honra más que cualquier premio.
Tu voz se escucha. Nos alcanza. Nos llama a recordar que cada vida, cada risa infantil, cada verso compartido, es una victoria contra la barbarie. Que la verdadera patria es la dignidad. Y que la única victoria legítima es la paz.
Te abrazo con emoción, con profundo respeto y con una gratitud que no necesita palabras.
soñar desde adentro y renacer día a día.
(Escribo Para Que El Silencio No Duela.)
Natuka Navarro – Luna Poetiza
Netuka amigaza, tu mensaje pleno de luz, me ha emocionado muchísimo y lo guardo
Ernesto
Estimado y gran poeta Ernesto, comparto plenamente tu sentir, cuando el hombre escuche la voz de la conciencia en busca del amor entre hermanos sin distinción de razas, color o religión, y no tener rencor, odio, ambición y poder, entonces llegaríamos a esa Paz tan deseada .. querido poeta yo estoy ya con 93 años y comprendo muy bien este momento en que se está viviendo. pero sigo y rogando en que se comprenda el valor que significa vivir en familia dando educación a los hijos para un mundo mejor ... Donato el poeta sin pluma, -- del Consejo de Paz de la Universal Peace Federatión --- ( siembra semillas de amor, y cosecharás la Paz ) ---gran abrazo de paz con la mano en el corazón --
Las familias están sufriendo por ambos lados, es así la descriminación no conduce a la Paz ---
Querido Ernesto,
¡Qué hermosa sorpresa recibir tus palabras! Me llena de una alegría muy especial saber que mi mensaje ha llegado hasta ti, pleno de luz, y que ha logrado emocionarte tanto como para guardarlo.
Es un regalo saber que lo que nace de mi alma encuentra eco en la tuya. Gracias por permitirme sentir esa conexión tan valiosa.
"Desde el Refugio, Clamamos Paz"
A Ernesto Kahan, poeta de la luz entre las sombras
Desde un refugio blindado de miedo,
donde silban los misiles como serpientes de acero,
alzo mi voz, no con rabia, sino con esperanza,
como quien siembra trigo en mitad de la guerra.
Entre alarmas que desgarran la noche
y explosiones que tiemblan los huesos,
grito sin odio, con firme ternura:
¡Que esta crisis nos lleve a la reflexión!
Reflexionemos, hermano poeta,
sobre el sagrado valor de la vida,
sobre el amor que une más que mil tratados,
sobre la amistad que cruza fronteras y lenguas.
Pensemos en la sonrisa de un niño
como el más alto ideal de los pueblos.
En el abrazo que redime al enemigo,
en la palabra justa como único disparo.
En nombre de mi esposa y mis hijos,
de mis nietos que aún sueñan sin miedo,
de mis compañeros, mi pueblo, mis muertos,
de todas las culturas que claman respeto…
Te digo, Ernesto, desde este rincón herido:
Defendamos juntos la paz con el alma,
que la unidad nos salve del abismo,
que la dignidad nos guíe como antorcha,
y que la paz —sí, la paz—
sea nuestro único y verdadero destino.
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